¿Te has preguntado sobre la definición del turismo cultural y cómo se conceptualiza?
No cabe duda que nos encontramos ante una sociedad de intensos cambios y que el turismo relacionado con la cultura o turismo cultural está inmerso en una realidad en movimiento que se redefine a cada rato, buscando nuevos conceptos para explicar lo de siempre y nuevos enfoques para comprender y transformar lo que viene.
Las definiciones oficiales, académicas y comerciales que escuchamos respecto a las prácticas turísticas y culturales, nos muestran la tendencia evolutiva de la concepción de la actividad y de las fórmulas que han ido fomentándose desde las diferentes trincheras a lo largo del tiempo.
Para hablar de turismo y en particular de turismo cultural es imposible dejar fuera el concepto de patrimonio y de la cultura de las comunidades que interactúan en un territorio específico en un momento dado.sobre
Para profundizar sobre tus conocimientos en gestión de destinos y turismo cultural, te recomendamos nuestro programa de innovación de destinos y manejo de visitantes.
¿Qué encuentras en esta entrada?
ToggleEvolución de los conceptos de cultura y patrimonio
Desde la creación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 1946, las nociones de cultura fueron abordadas en el ámbito internacional de distintas maneras y evolucionaron en función del contexto histórico, político y social, asociándose con distintas prioridades como la paz, la identidad nacional, el desarrollo, el medio ambiente, la cooperación e incluso la espiritualidad y consciencia del ser.
- En el contexto de postguerra, cuando se fundó la UNESCO, se estableció una relación conceptual vinculante entre la cultura y la paz.
- Luego se vinculó con la identidad cultural de los pueblos en el contexto de las luchas políticas de independencia y descolonización.
- Más adelante, se estableció una clara relación entre la cultura y el desarrollo.
- Posteriormente la cultura se relacionó con la democracia, focalizándose en los Estados y sus relaciones internas.
- Finalmente, se incorporó e institucionalizó la dimensión inmaterial de la cultura.
En cuanto al patrimonio cultural en un primer tiempo su concepción se orientó a la protección y conservación de las manifestaciones materiales producidas por la sociedad como monumentos, conjuntos arquitectónicos, sitios arqueológicos, que además se consideraran con un valor universal excepcional desde el punto de vista histórico, estético, científico, etnológico o antropológico.
Durante el último tercio del siglo XX, se reconocieron como valores patrimoniales, asuntos relacionados con el desarrollo de los pueblos, la tolerancia, la diversidad cultural y los efectos del comportamiento humano en la protección del medio ambiente.
El patrimonio cultural ya no solo se relaciona con la herencia construida, sino con las habilidades, conocimientos, símbolos y significados, así como con las fórmulas de organización social.
La búsqueda de autenticidad trasciende el uso del patrimonio como mera escenografía y abre espacios para establecer nuevos criterios de valoración de la diversidad para el desarrollo de experiencias turístico culturales que incorporan características físicas, sensoriales e interpretativas, que le otorgan al patrimonio un valor social como elemento sustantivo de diferenciación de los sitios y localidades.
Primeros esfuerzos para la definición de turismo cultural
Carta de turismo cultural ICOMOS
Uno de los primeros esfuerzos institucionales por definir y acotar el concepto de turismo cultural, para diferenciarlo de otros tipos de turismo, se expresa en la Carta de Turismo Cultural adoptada por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) en 1976, que establece en su postura básica:
“El turismo es un hecho social, humano, económico y cultural irreversible cuya influencia en el campo de los monumentos y sitios es particularmente importante y sólo puede aumentar, dados los conocidos factores de desarrollo de tal actividad”.
La carta propone más adelante la siguiente definición para acotar el turismo cultural de otras modalidades de turismo:
El turismo cultural es aquella forma de turismo que tiene por objeto, entre otros fines, el conocimiento de monumentos y sitios histórico-artísticos. Ejerce un efecto realmente positivo sobre éstos en tanto contribuye, para satisfacer sus propios fines, a su mantenimiento y protección.
Descarga la carta ICOMOS aquí.
En estas definiciones observamos una clara orientación hacia los efectos positivos del turismo para dar a conocer y financiar el mantenimiento y protección de los monumentos y sitios histórico-artísticos. Poner en riesgo el patrimonio cultural estaría fuera de lugar bajo cualquier lógica, pues se considera el motivo mismo del turismo cultural.
Aunque esta primera definición oficial deja abierta la posibilidad de que existan otros fines relacionados con el turismo cultural, cuestiones como la identidad de los pueblos, el cuidado ambiental y la sustentabilidad no habían logrado un lugar decisivo en el discurso dominante.
Durante los ochenta, comienza a permear el interés por redescubrir y fortalecer la identidad cultural de las comunidades locales, que paradójicamente se perciben en peligro a partir de la intensificación de los efectos de la globalización, la masificación de los medios de comunicación y de mercado, además de la influencia de las corrientes turísticas que buscan productos más auténticos y diferentes.
El interés del mercado y el creciente acercamiento de las disciplinas que estudian el comportamiento humano con el turismo, hace necesario buscar nuevos criterios para resignificar el concepto de patrimonio y consecuentemente, la definición de turismo cultural.
Por qué estás leyendo este artículo puede interesarte: Tendencias entre los autores que profundizan sobre el origen del turismo.
Redefinición de la cultura
Conferencia Mundial Sobre las Políticas Culturales, UNESCO
En 1982, durante la Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales MONDIACULT, organizada por la UNESCO, se aprobó una nueva definición de cultura:
Cultura es el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias.
Para darle visibilidad esa condición intangible, se generaron dos definiciones que subcategorizan el patrimonio: Patrimonio tangible y patrimonio intangible.
Patrimonio tangible
El patrimonio tangible quedó definido como: la expresión de las culturas a través de grandes realizaciones materiales.
El patrimonio tangible se clasifica a su vez en mueble e inmueble.
Patrimonio intangible
A partir de esta clasificación, distintos autores propusieron distintas subcategorías entre las que destacan la de Manuel Vásquez, que reconoce tres tipos de recursos culturales tangibles y la de Nobu Ito, que plantea dos categorías para los bienes culturales intangibles.
Recursos culturales tangibles según Manuel Vásquez
- Recursos culturales de carácter religioso: Catedrales, iglesias, conventos, sinagogas, templos, ermitas, monasterios y capillas.
- Recursos culturales de carácter monumental: Castillos, palacios, casas singulares, edificios emblemáticos, acueductos, plazas mayores, puentes, conjuntos histórico-artísticos, construcciones militares, recintos amurallados.
- Otros recursos materiales ligados con la historia: Arquitectura doméstica, calles con historia, molinos, termas romanas, baños árabes, rutas artísticas, pintura rupestre, instrumentos musicales.
Recursos culturales intangibles según Nobu Ito
- Las artes contemporáneas como la música, la danza, el drama, etc.
- Los bienes culturales populares, el patrimonio etnográfico y etnológico, las técnicas artesanales, las costumbres y maneras de preparar los alimentos, ocupaciones, fiestas, etc.
Dos caras de la misma moneda
Se que clasificar tiene sus ventajas. Sin embargo quienes no estamos totalmente de acuerdo con esta clasificación y nos preguntamos si las ferias y fiestas patronales, los ritos y los rituales pueden considerarse como intangibles.
Definir algo intangible implicaría que no fuera perceptible con el tacto o acaso alguno de los cinco sentidos: algo inodoro, incoloro, insípido e invisible.
El colorido, el aroma, el sonido, los sabores y las sensaciones que acompañan el patrimonio me parecen tan tangibles como los muebles e inmuebles que les rodean, pero en el concepto del turismo cultural, la vieja práctica de viajar para presenciar formas distintas de ser y hacer de una comunidad distinta a la propia, comienza a tomar un lugar reconocido y de alguna forma clasificable.
El proceso de apertura en la asignación de valores a los bienes patrimoniales, ha provocado que el diseño y promoción de la oferta turístico cultural incorpore las dimensiones tangibles e intangibles del patrimonio local, lo que parece hacer eco a la expresión de Mounir Bouchenaki que se refiere a ambas dimensiones como las dos caras de la misma moneda.
Como contrapropuesta a la clasificación del patrimonio en tangible e intangible, Autores como Fernando Vera y Manuel Dávila plantearon una clasificación vinculada con el aprovechamiento temporal del patrimonio cultural, separándolo en ocasional y permanente para generar ofertas que se acotan a un tiempo determinado.
Recursos culturales ocasionales y permanentes
- La oferta permanente está relacionada con los equipamientos culturales como museos y monumentos.
- La oferta temporal está relacionada con eventos, espectáculos, exposiciones y encuentros.
Esta clasificación, orientada al quehacer turístico para generar ofertas que se acotan a un tiempo determinado es flexible, pues los eventos pueden convertirse en permanentes y los equipamientos pudenn cambiar su uso público, moverse o desaparecer en un momento dado.
El patrimonio arquitectónico ya no sólo es considerado como escenografía, sino como referencia para establecer nuevos criterios de valoración de la diversidad y el ámbito turístico. En este sentido, es reconocido tanto por su valor estético, su representatividad histórica o estilística y su grado de innovación en términos de los materiales o técnicas utilizados, como por su uso social, su importancia anecdótica o su relación con la vida cotidiana de los pobladores locales.
Por que estás leyendo este artículo puede interesarte : 2019 Año Internacional de las Lenguas Indígenas
Definición turística del turismo cultural
Organizaciónn Mundial de Turismo
Para fines estadísticos un turista es aquel que viaja a un lugar distinto de su lugar habitual de residencia por más de 24 horas y un excursionista, es quien viaja sin pernoctar en el destino que visita. Ambos grupos se denominan viajeros.
En 1985, la OMT explica que la práctica del turismo cultural incluye:
Todos los movimientos de personas para satisfacer la humana necesidad de diversidad, orientados a elevar el nivel cultural del individuo, facilitando nuevos conocimientos, experiencias y encuentros.
Este planteamiento es tan amplio, que difícilmente diferenciaría el turismo cultural de cualquier otro desplazamiento turístico, pues es poco probable que alguien viaje sin adquirir un nuevo conocimiento, experiencia o encuentro. De ahí podríamos comenzar a concluir que todo desplazamiento turístico tiene una implicación cultural.
Posteriormente emite una definición del turismo cultural basada en la motivación de la demanda:
Turismo cultural es el movimiento de personas debido esencialmente a motivos culturales como viajes de estudio, viajes a festivales u otros eventos artísticos, visitas a sitios o monumentos, viajes para estudiar la naturaleza, el arte, el folklore, y las peregrinaciones.
Este planteamiento acota el turismo cultural a la motivación principal del viajero y excluye a quienes deciden realizar actividades culturales una vez que se encuentren en el destino de su elección, o a quienes eligieron un destino específico debido al valor que dan al patrimonio cultural con que cuenta y planearon realizar actividades relacionadas con la cultura durante su viaje o permanecer más tiempo para disfrutar de la cultura de un lugar aunque su motivo principal fuera descansar, reunirse, recrearse, hacer negocios o cualquier otra cosa.
Actualmente el glosario de la Organización Mundial del Turismo (OMT), turismo se define como:
Un fenómeno social, cultural y económico relacionado con el movimiento de las personas a lugares que se encuentran fuera de su lugar de residencia habitual por motivos personales o de negocios o profesionales.
¿Significa esto que todo turismo tiene una implicación cultural?
Además en el lenguaje cotidiano se ha incorporado el término turistear como una actitud de descubrimiento aún en su propio entorno. ¿Has turisteado en tu propio barrio? ¿Te contarías como un viajero cultural?
Nuestro Futuro Común
Mientras tanto, con evidencias cada vez más tangibles de la crisis ambiental, en el informe Nuestro Futuro Común emitido por las Naciones Unidas en 1987, se concluye que:
Es necesario generar un nuevo modelo de desarrollo más equilibrado y establecer fórmulas para satisfacer las necesidades del presente, sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones.
Eventualmente, esta definición abriría paso al concepto de turismo sustentable, que se define como:
Aquel turismo que satisface las necesidades actuales de los turistas y de las regiones receptoras y al mismo tiempo protege y fomenta las oportunidades para el futuro.
Esta concepción quedaría vinculada irrevocablemente con el turismo cultural.
El manejo responsable y sostenible de las localidades y sitios, comienza a traducirse incluso en un discurso promocional, valorizando y los esfuerzos que realizan las comunidades locales, las organizaciones no lucrativas e instituciones de apoyo hacia la preservación, desarrollo y revitalización de los recursos culturales y ambientales locales.
Cultura turística
Aunque la OMT no contempla la definición de cultura turística, el concepto es utilizado desde finales del siglo XX por diversas instituciones y organizaciones y se puede definir como:
El conjunto de conocimientos y valores que adquieren tanto turistas como anfitriones del destino y que mediante su práctica, más una serie de actitudes y costumbres, se favorece el fomento y el crecimiento de la actividad turística. Implica sobre todo tener el compromiso y respeto por las necesidades de ambas partes: turistas y anfitriones.
Generalmente el impulso a la cultura turística se ha vinculado más con lograr que los anfitriones estén dispuestos a servir y ser educados e incorporar a la oferta elementos de exotismo diferencial, que sin ser demasiado extraños para causar suspicacias, tengan una apariencia diferente que provoque curiosidad de manera que los visitantes estén cómodos y puedan desenvolverse sin agobios.
Este tipo de concepciones, que están más enfocadas al desarrollo económico y al bienestar de los turistas, que a temas sensibles a las comunidades receptoras, proponen aprovechar las características culturales de los destinos para el desarrollo turístico sin mayores miramientos, y se enfocan al desarrollo de una oferta cuyo objetivo es satisfacer mejor a la demanda en un ambiente cada vez más competido.
Sin embargo, cada vez se establecen más y mejores programas recíprocos, que buscan tanto mejorar las habilidades, actitudes y comportamientos de los anfitriones como de los visitantes sobre la base del respeto mutuo.
Puede interesarte: Hacia dónde va el Turismo Cultural
Definición mixta del turismo cultural
El estudio de viabilidad del turismo cultural en México, realizado en el 2002, en el que participamos algunos de los asociados de Identidad y Desarrollo, plantea una definición que incorpora las posturas de la OMT sobre turismo y de la UNESCO sobre cultura:
Turismo cultural incluye las actividades realizadas por los viajeros que llegan desde un lugar distinto a su entorno habitual para conocer, comprender y disfrutar el conjunto de rasgos y elementos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social en un destino específico.
La mayoría de los promotores y comercializadores de la oferta cultural desde la perspectiva turística buscan diseñar productos desarrollando actividades que incorporan experiencias multisensoriales, multipatrimoniales y multicomunicacionales, que utilizan diversos elementos de identificación relacionados con las estructuras ideológicas, históricas, estéticas y de comportamiento de los grupos que habitan las localidades que se visitan.
La complejidad que implica comparar una experiencia con un producto, es que mientras en la industria de la transformación existe un proceso controlado que transforma los insumos o entradas en productos concretos y la calidad del producto depende de la calidad de los insumos y la precisión del proceso.
Las experiencias culturales se producen entre la sensación, la emoción, la memoria y la recordación, cada persona crea su propia experiencia al interpretar lo que sucede desde dentro de sí y cada persona organiza lo que percibe en un recuerdo que puede reinterpretarse en función de sus nuevas experiencias.
Cada cabeza es un mundo y es un sistema complejo que se transforma constantemente así que cada experiencia es diferente en cada momento, en cada persona, en cada lugar.
La oferta turístico cultural que se presenta en guías y catálogos se puede relacionar con seis tipos de experiencias que presentan distintos niveles de integración y especialización:
- Experiencias estéticas e históricas en espacios arquitectónicos.
- Experiencias socioculturales.
- Experiencias religiosas.
- Experiencias gastronómicas.
- Experiencias escénicas y eventos artísticos y culturales.
- Experiencias mixtas.
Las fronteras entre estas experiencias no son estáticas o rígidas, sino flexibles y dinámicas, y se integran en función de las características del patrimonio local en que se viven y los intereses de los visitantes.
Especialización del turismo cultural
La amplitud del concepto de turismo cultural y los distintos intereses de los viajeros interesados en las múltiples manifestaciones culturales con diferentes grados de inmersión frente al patrimonio, dan como resultado que el potencial para el desarrollo de visitas turísticas vinculadas con la cultura sea vasta y diversa.
Los viajeros interesados en la cultura tienen distintos niveles de especialización y diferentes motivos para conocer una manifestación cultural durante sus viajes.
Viajeros menos especializados
- De un lado están aquellos que buscan o encuentran alguna manifestación cultural como un valor agregado a su viaje. Su aproximación suele ser de carácter recreativo o panorámico.
Viajeros más especializados
- Del otro lado están aquellos que viajan motivados por una manifestación cultural específica cuya aproximación a los sitios es de carácter didáctico, estético o que reviste implicaciones más profundas y conforman segmentos especializados.
A veces tenemos la tentación de hablar y tratar de caracterizar “el segmento turistas especializados en cultura” como si se tratara de un grupo homogeneo. Desde mi punto de vista no es conveniente agregar a diferentes segmentos de viajeros especializados en distintas manifestaciones o aspectos de la cultura en un grupo. La especialización se refiere al interés particular de una persona en una manifestación o una temática específica.
Puede haber especialistas interesados en arquitectura de cualquier tipo y tienen un nivel de especialización media o interesados sólo en arquitectura barroca o sólo en edificios religiosos barrocos o en edificios civiles barrocos o sólo en bóvedas barrocas o sólo en columnas barrocas.
Los espacios sagrados se promueven con un discurso diferente para quienes se desplazan a los santuarios por devoción y para quienes buscan conocer o interiorizarse en la cultura popular, pues durante las fiestas religiosas se llevan a cabo danzas, verbenas, cantos, ofrendas y otras manifestaciones sociales de interés para los visitantes no religiosos.
Entre mayor es la especialización, menor tiende a ser el número de especialistas y más específicas sus necesidades, aunque esos especialistas pueden disfrutar de otras manifestaciones culturales desde una aproximación más lúdica o panorámica.
En general las personas tenemos diversos intereses que nos motivan a visitar un lugar u otro y realizar distintas actividades en un mismo lugar. El hecho de que un turista esté interesado en una manifestación cultural específica no significa que no le interesen o satisfagan otras.
En la conformación de la oferta, se confiere cada vez más importancia al encuentro y convivencia de los turistas con los diversos grupos socioculturales de las localidades que se visitan y se reconoce cada vez más el valor simbólico y social del patrimonio local.
Algunos elementos patrimoniales a los que no se confiere un valor generalizado tienen alto potencial para atraer a viajeros con intereses específicos de nichos particulares o a convertirse en u valor agregado para los especialistas.
Las técnicas de producción agrícola, ganadera, pesquera y artesanal, así como las manifestaciones del mundo rural que antes eran sólo reconocidas como marginales o paisajísticas, han adquirido un espacio relevante en el discurso colectivo y promocional del turismo cultural, incorporando industrias y sectores que no se consideran propiamente turísticas, a partir de las cuales se diseñan actividades de interés para los visitantes como elementos que agregan valor a la oferta de los destinos, o como motivadores de la visita.
La gastronomía se incorpora de distintas maneras a la oferta local, teniendo en cuenta sus valores simbólicos o la fusión con técnicas gastronómicas contemporáneas y el maridaje con distintos productos vitivinícolas y bebidas espirituosas locales. Se hace énfasis en experimentar sabores, conocer la forma de preparación de los alimentos, tener una experiencia multicultural o degustar ingredientes emblemáticos con valores nutricionales y significados culturales o hasta mágicos. Una gastronomía diferenciada y de alta calidad es un atributo que influye en prácticamente todos los viajeros aunque no sea su motivo de viaje.
La presencia de alimentos típicos como antojitos, gorditas, quesadillas, que pueden consumirse en puestos callejeros o mercados, se reconoce como valiosos en la oferta de los pequeños sitios y localidades, particularmente la que se orienta a viajeros internacionales que buscan experiencias auténticas y de convivencia comunitaria.
Se valora el aprovechamiento de productos locales, particularmente aquellos con denominación de origen y su relación con la sustentabilidad, así como lo orgánico o puro de los alimentos cuyo consumo se promueve.
En distintas fuentes comerciales se valoran las manifestaciones artísticas, escénicas y sociales que ha ido tomando espacios públicos, convirtiendo la escena urbana: parques, plazas y calles, en esferas que plasman el pensamiento de grupos específicos con comportamientos y características diferenciadas.
Sin embargo, la estrategia de segmentación y el conocimiento de los grupos de interés es necesaria para desarrollar mejor políticas y programas de fomento, desarrollo y comercialización. Su aplicación es pertinente cuando se identifica con claridad una práctica diferenciada que se relaciona con las motivaciones y satisfacciones de los visitantes, las características del viaje, las actividades que realizan y la estructura operativa de las empresas que los atienden, que si no se tienen en cuenta no serían elegidas por el grupo de viajeros que se busca convocar.
El diseño y promoción de los valores de los destinos, ya no está únicamente centrado entre los actores oficiales o los touroperadores, la promoción de la experiencia de los viajeros y sus recomendaciones para recorrer las distintas regiones del país a través de blogs personales y distintos medios y sistemas que permiten difundir la opinión y evaluación de los servicios y actividades (crowd soarcing), va aumentando su influencia en la conformación y difusión de la oferta local.
Definición incluyente de turismo cultural
La mayoría de los estudiosos del fenómeno turístico, actualmente reconocen que el producto turístico se relaciona con la experiencia de viaje de los visitantes. Pero el turismo es un fenómeno social que produce también experiencias en los que reciben.
Me gusta pensar que los turistas son residentes temporales y los habitantes locales son visitantes permanentes cuando pasean por su territorio para conocerlo, comprenderlo y disfrutarlo.
El turismo cultural se expresa, entonces, en la experiencia cultural de los viajeros y los anfitriones, que combinan una serie de elementos que a su vez son vivencias e intercambios que tienen valor por sí mismos aunque pueden integrarse, comprarse, venderse, distribuirse o percibirse en distintos momentos y de diferentes maneras dependiendo de las motivaciones y preferencias de las comunidades locales y los viajeros.
Mi propuesta para definir el turismo cultural es:
El conjunto de interacciones entre personas de distintos lugares en un tiempo y un espacio determinados para conocer, comprender y disfrutar sus culturas.
La fortaleza de oferta cultural de las localidades y sitios se relaciona con la diversidad y representatividad social del patrimonio, la accesibilidad y conectividad, equipamiento turístico y cultural y calidad de vida de las comunidades receptoras.
El Sistema de Manejo de Visitantes que proponemos en Identidad y Desarrollo responde a la creciente preocupación por aumentar la satisfacción de los anfitriones y los visitantes al tiempo que se distribuyen mejor los beneficios del turismo y se reducen sus impactos negativos en los territorios visitados.
Pero el turismo es más que un intercambio comercial, es una de las actividades más dinámicas e influyentes para impulsar el desarrollo local por el impacto que genera en la economía, la educación, la inclusión social, el medio ambiente, los derechos humanos, la percepción de seguridad, la política exterior, la gobernabilidad y la imagen de los países y las localidades ante el mundo.
Para las comunidades locales el turismo es, además de una actividad que genera ingresos, una oportunidad para aprender, disfrutar, conocer y dar a conocer su patrimonio, lo que se relaciona con tener una vida más próspera y armoniosa.
Para los visitantes el turismo es una oportunidad de aprender, disfrutar, conocer y comparar, de recrearse en el sentido más amplio de la palabra, de complementar y proyectar su identidad frente a sí mismos y su comunidad.
La voluntad de la comunidad receptora
El espacio del turismo cultural donde se había encasillado a lo étnico y lo social, visto como folklore representacional, se reajusta para conferir un mayor valor al patrimonio colectivo, vivo y dinámico de los territorios en que sucede.
Cada vez más se reconoce la importancia de tomar en cuenta la opinión y la voluntad de las comunidades locales para diseñar proyectos de turismo y en especial cuando se trata de turismo cultural.
En este sentido, habrá que considerar que quienes conforman una comunidad local no son una masa homogénea y homologada de individuos que bailan siempre al mismo son, que quieren las mismas cosas y que piensan de la misma manera.
Las motivaciones de cada uno de los integrantes de una comunidad engloban tanto impulsos conscientes como inconscientes, que vienen tanto del ambiente físico y social como de la particular estructura psicológica y fisiológica de cada individuo que la conforma.
Las siguientes categorías no son rígidas y los individuos pueden ubicarse en distintos grupos e inclusive cambiar de parecer conforme su experiencia en el desarrollo de los destinos.
Personas comprometidas
Son aquellas que manifiestan su aspiración, están dispuestas a invertir su tiempo, dinero y esfuerzo para mejorar y capitalizar el desarrollo del turismo cultural en su comunidad, tanto en negocios individuales como colectivos.
Personas interesadas
Quieren recibir algún beneficio pero no hacen nada por mejorar las condiciones del entorno o el negocio. Muchas veces cuando las personas que habitan en un lugar con potencial turístico necesitan un ingreso, o son convencidos de que la principal virtud del turismo es que puede representar ingresos adicionales, responden positivamente ante la posibilidad de recibir turistas, aunque no necesariamente todos desean interactuar con ellos, incidir en su comportamiento o mejorar su entorno.
Personas neutrales
No están interesadas en interactuar con los visitantes u ofrecerles algún producto o servicio, pero no les molesta la presencia de personas ajenas a la comunidad. Para ellos, los turistas pueden ser simplemente parte del paisaje y no tienen inconveniente respecto a que lleguen a su localidad.
Opositores
Se conforma por personas que expresamente manifiestan su desagrado en cuanto a la recepción de visitantes.
Esta posición puede manifestarse hacia el turismo en general o en situaciones especiales como fiestas, ferias o celebraciones, y aunque difícilmente se logra desmotivar a los visitantes, es posible y natural que los opositores tengan actitudes hostiles hacia ellos.
Habrá que analizar sus motivos y generar consensos, establecer mecanismos de control de flujos y áreas en que los locales puedan tener sus propios espacios, donde sea respetado su derecho a la intimidad.
El turismo cultural bien manejado dinamiza la economía local y genera recursos adicionales para financiar actividades culturales y productivas, produce reconocimiento de lo local que genera orgullo comunitario, provee la posibilidad de generar un intercambio cultural que promueva la creatividad y la innovación local. Además genera recursos para financiar la conservación y acondicionamiento del patrimonio cultural, motiva su gestión sostenible y le da reconocimiento público.
El turismo mal manejado, provoca tensiones, exacerba la inequidad y pone en riesgo la intimidad y la armonía comunitaria.
Lee el artículo de manifestaciones culturales para crear experiencias significativas y recordables.
Hay más problemólogos que solucionólogos. Mafalda (Quino)
¿Quiéres a Alejandra Zorrilla como conferencista en tu evento de turismo cultural?
Comenta con facebook