¿Por qué el turismo comunitario debiera ser una prioridad en América Latina?

En muchos países del mundo el turismo comunitario se reconoce como una propuesta transformadora; una oportunidad para construir modelos de desarrollo local más justos, más sostenibles y más enraizado en los territorios.

En abril de 2024 Natalia Bayona, la directora ejecutiva de ONU Turismo expresó que el turismo comunitario en América Latina creció el 14 % en los últimos años a nivel mundial y que es una fórmula para mejorar la cohesión social y desarrollo territorial. Es muy probable que si se suma el turismo nacional y las actividades de día que realizan los visitantes regionales o locales a espacios en que las comunidades ofrecen experiencias vivenciales, este crecimiento se mucho mayor.

¿Qué encuentras en esta entrada?

La propuesta de otorgar al turismo comunitario un lugar prioritario para impulsar el desarrollo de los pueblos de América Latina no es nueva. Sin embargo su importancia institucional sigue siendo incipiente. Tal vez porque no hemos logrado comprender y transmitir su impacto en la solución de los grandes retos de la región y los países que la conforman.

¿Por qué deberíamos invertirle con todo al turismo comunitario?

El turismo comunitario no es una rama secundaria del turismo y mucho menos un segmento de mercado, es una fórmula transversal de gestionar el territorio que toca fibras muy sensibles de nuestras sociedades y bien manejado puede impulsar la participación democrática y la prosperidad compartida entre las comunidades en que se desarrolla; fomenta el reconocimiento de la diversidad cultural y personal además del cuidado ambiental de los ecosistemas locales y la consolidación de la economía solidaria.

Es también una experiencia significativa, transformadora y recordable, tanto para quienes visitan ambientes diferentes con el ánimo de aprender y disfrutar la convivencia con otras personas, como para quienes reciben visitantes y comparten su espacio.

1. Acción corresponsable

En tiempos donde la democracia enfrenta riesgos como el autoritarismo, la exclusión o la manipulación y nos enfrentamos a momentos de profundas transformaciones, el turismo comunitario es un acto político cotidiano que siembra participación, equidad y libertad.

El turismo comunitario da voz a las personas de las comunidades, motiva la participación informada y la acción corresponsable de quienes que habitan y visitan cada comunidad, lo que edifica una sociedad más justa y equitativa.

Protagonismo comunitario

El turismo comunitario no es una estrategia asistencialista que ofrece apoyos indiscriminados a personas vulnerables, sino el impulso al protagonismo comunitario, donde las comunidades no son vistas como beneficiarias pasivas, sino como gestoras activas. Esto requiere un cambio de señal que implica dejar de contemplar a las comunidades como receptáculos de proyectos externos, para aceptarlas como autoridades legítimas de sus propios procesos.

El turismo comunitario estimula el surgimiento de jóvenes y mujeres líderes, preparados para defender y gestionar sus recursos de forma sostenible.

Cohesión social

Donde se cuidan en conjunto los bienes comunes, se convive de manera respetuosa, se escucha a todos y se decide colectivamente, la democracia florece.

Promover el turismo comunitario entre visitantes locales y nacionales fortalece la cohesión social, dinamiza las economías solidarias, y siembra semillas de respeto, diversidad y soberanía en cada territorio. No se trata solo solo pasear o recibir personas: es una forma de construir un país desde abajo.

Rendición de cuentas transparentes

Para gestionar un proyecto turístico comunitario exitoso, las comunidades necesitan generar decisiones colectivas para o cual han de reunirse, debatir, proponer y decidir juntas. Esto fortalece prácticas democráticas cotidianas. La organización del turismo impulsa a que todos asuman roles y responsabilidades, no solo unos pocos líderes, haciendo que la democracia sea vivida y no solo proclamada.

Rendir cuentas sobre los ingresos y gastos turísticos para construir ofertas rentables, distributivas y creativas obliga a implementar prácticas de transparencia, fundamentales para cualquier democracia sólida.

Construcción de ciudadanía local, nacional y global

El turismo comunitario no solo respeta la diversidad: la celebra, la sostiene y la multiplica. Fomenta la visión de un mundo interconectado, donde las realidades locales tienen impacto global. Promueve valores como solidaridad, respeto a la diversidad y cooperación.

Cada comunidad que enseña desde su identidad, están haciendo del turismo una herramienta de justicia social, Cada visitante que llega y aprende con respeto regresa a casa con una visión más plena del valor de las diferencias.

El trabajo conjunto para recibir visitantes de diferentes culturas enseña a convivir con la diversidad y resolver conflictos de manera pacífica. Tanto los grupos de visitantes como el trabajo en la localidad incorporan mujeres, jóvenes, adultos mayores y personas de diversas etnias que propician espacios de colaboración y comprensión mutua que promueve una democracia más inclusiva.

Impulsar el turismo comunitario es reconocer que tenemos el derecho compartir nuestros recursos y crear nuestro futuro bajo nuestros propios principios y que sabemos cuidar lo global desde lo local.

Visitantes y anfitriones nos hacemos una sola comunidad cuando nos encontramos.

Defensa del territorio y soberanía

El turismo comunitario no necesariamente sucede en los destinos más exitosos o estandarizados. Territorios rurales, selváticos, desérticos, costeros y montañosos se presentan en toda su diversidad y riqueza. Al comprender y valorar mejor su patrimonio natural y cultural como valor de diferenciación, las comunidades se organizan para gestionar y proteger su tierra, su agua y su patrimonio, ejerciendo su derecho a la autodeterminación.

Al recibir visitantes bajo sus propias reglas, las comunidades reafirman su derecho a decidir sobre su presente y su futuro, protegiendo su cultura, su naturaleza y su autonomía frente a amenazas externas. El turismo comunitario, cuando nace del propio territorio y su gente, se convierte en una poderosa herramienta de defensa territorial y del ejercicio pleno de nuestra soberanía.

Cuando un país impulsa el turismo comunitario, fortalece no solo su identidad, sino su capacidad de decidir cómo quiere ser visto y cómo quiere desarrollarse en el mundo.

2. Cultura viva e incluyente

La cultura viva e incluyente es la expresión activa, cotidiana y transformadora de los pueblos. No es solo arte o tradición o festivales y atuendos; es todo lo que da sentido a la vida comunitaria: los saberes, lenguas, cantos, bailes, memorias, luchas, modos de organización, las opiniones diversas, las particularidades individuales y también la forma en que las comunidades reciben visitantes, reinterpretan su presente y proyectan su futuro.

Lo individual y lo colectivo se encuentran en el territorio de la cultura viva, en esos espacios donde el yo se reconoce en el nosotros, y donde las historias personales se tejen con las memorias comunes que se comparten, se cuestionan y se transforman constantemente, porque está en manos de personas vivas, no de curadores encerrados en museos dirigidos por élites.

El turismo comunitario favorece el intercambio respetuoso entre culturas donde visitantes y anfitriones se aprecian, se valoran y transforman al conocerse y reconocerse en su diversidad. Por eso impulsa a las personas a dejar de ser espectadoras para convertirse en protagonistas de su propia historia.

Valoración de saberes y oficios

Algunas actividades que pueden estar en riesgo de desaparecer como la medicina o la cocina tradicional, la construcción con técnicas locales o la agricultura de traspatio recobran valor al incorporarse a las cadenas productivas que se conforman para atender a los turistas interesados en las formas de vida comunitarias.

Ahí donde una persona siente que su vida importa no solo para ella, sino para su comunidad, allí florece la unión entre lo individual y lo colectivo. Ahí el riesgo de desaparecer se modera aún cuando surgen opciones nuevas en el entorno.

Rescate y transmisión de saberes

El turismo comunitario es una fórmula que promueve las relaciones intergeneracional y así, el rescate y la transmisión de saberes locales. Es curioso, cuando llegan visitantes de distintas edades, ideologías, culturas y procedencias que se interesan sobre la historia antigua, las prácticas agrícolas o artesanales de los abuelos o la relación de las culturas ancestrales con el entorno natural, los jovenes locales suelen recuperan el valor de saberes que antes se consideraban cosas de generaciones mayores.

Aunque la validación cultural no depende exclusivamente de los que vienen de afuera, al construir una narrativa interna de dignidad y resiliencia para mostrar afuera, se avalan rituales y celebraciones culturales. Cuando contamos nuestra historia nos reescribimos.

Creatividad e innovación desde adentro

La reinterpretación de las expresiones culturales y el arte tradicional detonan procesos creativos e innovadores en un proceso dinámico donde las prácticas locales se actualiza sin perder su raíz.

La creatividad es la inteligencia divirtiéndose, dijeron Einstein y muchas personas que estamos de acuerdo.

Diálogo intercultural consciente

Cada región tiene su propia cultura, gastronomía, lengua y cosmovisión. El turismo comunitario entre visitantes nacionales fomenta el respeto a la diversidad interna, rompiendo prejuicios y promoviendo el diálogo entre pueblos distintos de un mismo país.

El turismo comunitario representa una forma de revitalizar y reconocer lenguas, saberes y expresiones que no caben en vitrinas ni folletos, pero que florecen en el diálogo directo y profundo entre quienes habitan un destino y viven en un mismo entorno día a día y los visitantes que tienen un tiempo delimitado en los destinos que visitan.

La fuerza de vida reside en combinar nuestras similitudes y diferencias.

Autonomía cultural

Cuando las comunidades gestionan las actividades turísticas locales resisten mejor la folklorización o caricariturarización de su cultura para consumo externo. Ellas deciden qué comparten, cómo lo comparten y qué aspectos de su vida prefieren preservar en la intimidad.

El turismo comunitario puede ser una herramienta para visibilizar la existencia y los derechos de pueblos marginados, posicionándolos como actores sociales relevantes ante el Estado y la opinión pública. El turismo comunitario desafía jerarquías tradicionales y genera oportunidades de liderazgo para todos.

La autonomía va más allá de la independencia.

Fortalecimiento de la identidad nacional

A veces las comunidades que reciben visitantes, escuchan y descubren su propia voz al contar sus historias, mostrar sus tradiciones, su música y su comida; así fortalecen su identidad y se reconocen en la diversidad.

A veces quienes viven en un país suelen desconocer la enorme diversidad cultural, lingüística y ambiental que existe dentro de sus propias fronteras. Invitar a los viajeros nacionales a disfrutar de experiencias de turismo comunitario les permite redescubrir sus raíces comunes, aprender de otras realidades y fortalecer un sentido de pertenencia más inclusivo.

La identidad solo tiene sentido frente a la alteridad.

De la guerra a la identidad

Hace no tanto tiempo, Santiago de Atitlán, hogar de la comunidad indígena tz’utujil, fue un lugar marcado por conflictos armados, discriminación y pobreza. Tras el final de la guerra civil en Guatemala, muchos habitantes vieron en el turismo comunitario una oportunidad para reconstruir su dignidad y abrir puentes de entendimiento.

A través de cooperativas de turismo comunitario, comenzaron a recibir visitantes nacionales e internacionales con ganas de:

  • Mostrar su arte, su lengua y su música.
  • Ofrecer recorridos sobre su historia de resistencia.
  • Compartir su cosmovisión, basada en el respeto a la naturaleza y la vida comunitaria.
  • Pasear por el lago y los senderos.

¿Qué pasó después?

Poco a poco se recuperó la confianza, se fortaleció el orgullo cultural, en lugar de ser motivo de vergüenza, se comenzó a considerar un lujo hablar tz’utujil y vestirse con trajes tradicionales, que hoy son vistos como símbolos de identidad y orgullo local.

En el camino se construyeron relaciones interculturales e incluyentes. Visitantes de diversas procedencias aprendieron a reconocer y valorar las fórmulas locales, se amplió el acceso de oportunidades a mujeres que se vieron a los ojos en otras mujeres del mundo, se establecieron códigos éticos para un turismo respetuoso, donde los visitantes no son espectadores sino aprendices.

Así, el turismo comunitario sembró semillas de inclusión, rompió prejuicios y creó nuevas formas de convivencia basadas en el respeto a la diversidad.

3. Medio ambiente saludable y compartido

Para el medio ambiente el turismo comunitario ha demostrado ser uno de los pocos modelos donde conservación y desarrollo no se enfrentan, sino que se nutren mutuamente, donde las comunidades no son obstáculos, sino guardianas del patrimonio natural.

El turismo comunitario no es perfecto y también enfrenta retos ambientales como definir y controlar la capacidad de carga o el manejo de residuos, pero cuando se diseña con sensibilidad territorial, puede ser una herramienta estratégica para armonizar desarrollo económico, cultural y ambiental.

Recibir visitantes puede ser una forma de cuidar la casa común: enseñando, aprendiendo y defendiendo la vida en todas sus formas.

Valorización de los recursos naturales

El desconocimiento del valor de los recursos naturales y culturales y la ruptura emocional de las personas con el medio natural ha provocado que actuemos de manera inconsciente y provoquemos impactos negativos en las intervenciones que realizamos en el territorio

Hablar del bosque, el río, la montaña o la selva como espacios sagrados y vitales en lugar de como meros paisajes, refuerza la visión de respeto, porque el entorno se entiende como parte integral de su vida y su identidad, no como un recurso explotable.

Al recibir visitantes interesados en conocer los ecosistemas locales, las comunidades tienen incentivos para conservarlos y transmitir su importancia.

Diversificación económica sin degradar el entorno

Frente a actividades extractivas como la minería, la tala o el monocultivo, el turismo comunitario ofrece una fuente de ingresos más sostenible, que depende directamente de mantener sano el medio ambiente. Cada árbol conservado, cada sendero cuidado, es parte del atractivo que permite recibir visitantes.

Educación ambiental para locales y visitantes

Las experiencias de turismo comunitario suelen incluir actividades educativas como caminatas interpretativas, talleres de agroecología, observación de fauna, prácticas de permacultura, entre otros. Esto fortalece la conciencia ambiental de la propia comunidad y forma a los visitantes como aliados en la conservación.

Defensa territorial

Cuando una comunidad tiene un proyecto de turismo comunitario consolidado, fortalece su posición política para oponerse a proyectos extractivos, hidroeléctricos o de infraestructura masiva que amenacen su territorio. El turismo basado en la naturaleza da argumentos económicos y sociales para la defensa ambiental.

Manejo participativo de Áreas Naturales Protegidas

En muchos casos, el turismo comunitario permite integrar a las comunidades en la gestión de reservas, parques nacionales o áreas protegidas de una manera más integral. Así, la conservación deja de ser una imposición externa y se vuelve una tarea compartida y disfrutable.

Fomento de prácticas productivas sostenibles

La alimentación de los visitantes puede impulsar huertos agroecológicos, la producción de artesanías con materiales locales sostenibles, la revalorización de semillas nativas o técnicas de construcción bioclimática. Esto reduce la huella ecológica y fortalece la resiliencia ambiental de la comunidad.

U Najil Ek Balam

Así como las estrellas son la casa de todos, tuvimos el sueño de crear un lugar bajo las estrellas de Ek Balam, dice la portada del proyecto de turismo comunitario desarrollado en el pueblo de Ek Balam, en Yucatán, México.

Muy cerca del sitio arqueológico Ek Balam que en español significa jaguar de las estrellas, una comunidad que vivía principalmente de actividades agrícolas como la milpa tradicional, enfrentaba presiones crecientes de inversionistas interesados en comprar sus tierras para desarrollar proyectos turísticos.

Preocupados por la pérdida de su territorio, un grupo de familias decidió organizarse para ofrecer experiencias turísticas comunitarias. Primero crearon U Najil Ek Balam, un proyecto de cabañas ecológicas y tours comunitarios gestionados directamente por los habitantes locales.

Después integraron recorridos por la selva, talleres de apicultura tradicional con abeja melipona y experiencias gastronómicas mayas. También establecieron reglas internas de conservación para la protección de zonas forestales, uso de materiales locales sostenibles y educación ambiental para visitantes y niños del pueblo.

¿Qué cambió?

El monte como le llaman al paisaje natural en Yucatán, dejó de ser visto como terreno baldío y ahora es valorado como fuente de vida, historia y riqueza colectiva. Se frenaron proyectos extractivos al demostrar que un modelo de bajo impacto podía ser económicamente viable, que fortaleció la defensa territorial la comunidad.

Poco a poco, se reactivó el conocimiento tradicional sobre plantas, animales y prácticas agrícolas sostenibles, transmitiéndolo a las nuevas generaciones y a los visitantes.

¿Qué ofrece U Najil Ek Balam?

“Sabemos que en el mundo existen maravillas hechas por el hombre, como la maquinaria de un reloj suizo, sin embargo, nuestros antepasados lograron entender la esencia del tiempo. Este entendimiento no lo dejaron plasmado en nuestra sangre, por eso, lo mejor que podemos ofrecer, es pasar un tiempo especial con nosotros.”

Así saludan en Ek Balam cuando ofrecen paseos por senderos mayas llenos de magia que pueden recorrerse en bicicleta o caminando, un chapuzón en el cenote Xcanché para llenarse de energía y rejuvenecer, visitas a casas de familia en las que se puede aprender a urdir una hamaca, bordar tu nombre en una tela o hacer tortillas.

Gracias al turismo comunitario, la relación de la comunidad con su entorno natural se fortaleció, pasando de una visión utilitaria a una de orgullo con respeto y con defensa activa del patrimonio local.

4. Aprendizaje vivencial y pedagogía del encuentro

Recibir visitantes para enseñarles nuestro entorno y nuestra vida es una poderosa forma de aprender quienes somos, porque convierte el conocimiento local en pedagogía viva.

Es evidente que cuando una comunidad comparte experiencias con un visitante desde su identidad, aprende, innova, se reconoce y eleva su capacidad de acción. Recibir visitantes para enseñarles nuestro entorno y nuestra vida cotidiana es una poderosa forma de aprender quienes somos, porque convierte el conocimiento local en diálogo vivo.

Diálogo de saberes

La interacción entre visitantes y comunidades rompe estereotipos y fomenta el respeto por la diversidad cultural. Reconocer otros modos de vida, cosmovisiones y formas de entender el mundo, rompe la hegemonía del saber occidental.

Para enseñar a otros sobre su cultura, historia, tradiciones o naturaleza, las comunidades investigan, recuperan y sistematizan su conocimiento. Esto revitaliza su identidad. Del otro lado, los visitantes también aportan habilidades que se intercambian de manera horizontal y enriquecedora.

En una relación saludable entre visitantes y anfitriones no hay expertos que enseñan e ignorantes que aprenden. Cada encuentro es una oportunidad horizontal cuando las personas se miran a los ojos, donde ambos grupos comparten saberes, preguntas y experiencias.

  • Un diálogo genuino entre visitantes y anfitriones que nos ayuda a ver el mundo desde otras perspectivas.

Innovación y empatía

Adaptarse a las necesidades de los visitantes y a las condiciones de la comunidad va más allá de conocer nuevas formas de ser y hacer, la adaptación estimula la curiosidad y la innovación en la comunidad y entre los visitantes. Ambos grupos aprendemos respeto, empatía y conciencia ambiental y social a través de la convivencia real y el reconocimiento de las emociones de las personas con quienes convivimos.

Construir empatía entre visitantes y anfitriones significa abrir un espacio donde ambas partes se reconozcan en su humanidad, más allá de las diferencias culturales o económicas. Es compartir historias, tradiciones y formas de ver el mundo con respeto y curiosidad mutua.

A través de la convivencia en un tiempo y un espacio del viaje, como una comida preparada juntos, una caminata guiada por el territorio, una conversación a la sombra de un árbol, se tejen vínculos en que florece la empatía. Se trata de que el visitante deja de ser un observador distante y el anfitrión se siente valorado como portador de un conocimiento vivo, construyendo así un aprendizaje profundo y transformador para ambos.

Conocerse se vuelve una forma de aprender, de reafirmar la historia colectiva, de identificar los valores que nos sostienen, de repensar nuestras prácticas. Como dice Paulo Freirenadie educa a nadie, nadie se educa solo, los seres humanos se educan entre sí, mediatizados por el mundo.

Innovar es natural cuando encontramos empatía frente a lo diferente.

Desarrollo de nuevas habilidades

A diferencia del turismo convencional, el turismo comunitario invita a vivir experiencias auténticas como participar en una cosecha, aprender un oficio tradicional, escuchar relatos ancestrales, conocer los ecosistemas y sus funciones, aprender otras lenguas.

Cuando alguien de la comunidad guía, narra o interpreta su entorno, pone en valor su experiencia, reflexiona sobre sus acciones y reafirma su identidad. Al preparar actividades para visitantes, los anfitriones desarrollan habilidades de comunicación, mediación intercultural y enseñanza alternativa, además de reforzar las habilidades prácticas de cada actividad que se comparte.

Enseñar y aprender son habilidades que se aprenden en la práctica y se practican cada día.

Encuentros de libertad

Cuando un grupo de visitantes avisa que va a llegar a San Basilio de Palenque en Bolívar, Colombia, la comunidad se organiza para un día de encuentros con ellos y con su tarara tarata abuelo Benkos Biohó, quien llegó a Cartagena desde Guinea poco antes del año 1600. Biohó fue comprado y vendido como esclavo africano, hasta que junto con de 13 esclavos más, inició un camino a la libertad entre caminos escarpados, complejos de mangle, arroyos y selva.

En la plaza principal, frente a la estatua en que Biojó rompe sus cadenas, los guías locales cuentan la historias de los tiempos de esclavitud de sus ancestros, de sus marchas y su visión de libertad.

¿Kumo kusa tá? te preguntan en lengua palenquera y en seguida te ayudan a responder Kumo kusa tá bien. Hablar sobre la fundación del pueblo como refugio de esclavos el siglo XVI no es un simple dato, sino el inicio de un relato vivo que suele generar nuevas preguntas que motivan nuevas respuestas para los visitantes y la propia comunidad.

Cada punto del paseo es un encuentro. Para mi la primera parada fue la tienda, donde Carmen me enseñó a ponerme el turbante, me dijo que sus tatara tatara abuelas se tejían en sus cabezas, a traves de trenzas, los mapas de los caminos que llevarían a los esclavos de la ciudad hacia estos parajes de libertad.

En la visita a una pequeña casa museo Simankongo, Antonia Kassiani me enseñó a moler, vimos juntas sus fotografías antiguas y hablamos un buen rato y luego pude recostarme diez minutos en un petate a la usanza de sus ancestros.

Las personas que encuentras al paso te saludan al paso ¿Kumo kusa tá? y respondes Kumo kusa tá bien hasta que eres tú quien preguntas a un grupo de pequeños que te responden con amplias sonrisas.

En cualquier esquina alguien baila la champeta cada golpe de tambor es un eco de fuga, de libertad, de futuro. Jorge, el contador de historias, dijo que aquí no baiasn en Palenque, sino con Palenque. Seguimos en camino a un traspatio donde un médico tradicional hizo una ceremonia, me enseño sus remedios de hierbas curativas que compré para llevar a casa. Comimos en una pequeña fonda en que me hablaron de la comida palenquera y de las abuelas que las preparaban con lo que encontraban en sus caminos.

¿Qué se genera en Palenque cuando nos encontramos nosotros que vivimos acá y nosotros que vivimos allá?

  • Un diálogo horizontal, donde nadie se adueña del saber.
  • Un aprendizaje emocional y crítico, donde la historia de Palenque no se mira desde afuera, sino que invita a comprender los desafíos actuales de la comunidad: el racismo, la migración, el desarrollo desigual.
  • Una transformación silenciosa de quienes reconocemos que en un viaje nuestro papel no es solo admirar, sino también respetar y amplificar las voces locales.
  • Una comunidad que vive en cada visita como una oportunidad de visitarse nuevamente.

¿Crees que esta experiencia de aprendizaje vivencial con pedagogía del encuentro fue tan significativa para quienes la preparan cada día en comunidad para sus visitantes como para mí?

5. Economía solidaria

El turismo comunitario ofrece beneficios económicos que van mucho más allá de lo que el turismo convencional aporta, pues genera ingresos con redistribución real, fomenta la creación de emprendimientos que se generan desde la base, que fortalecen el tejido productivo local e impulsan la creación de cadenas de valor sin fuga de capitales.

Distribución de ingresos

El dinero que gastan los visitantes llega directamente a las familias locales incorporando en un solo evento a personas artesanas, guías, cocineras, transportistas y productoras de insumos. Esto genera una economía más justa y mejor distribuida.

Cuando los beneficios económicos se distribuyen más equitativamente dentro de una comunidad, se reaniman sus redes de solidaridad y de apoyo mutuo, en lugar de reforzar modelos extractivos.

Diversificación de la economía rural

Muchas comunidades dependen de actividades primarias como la agricultura, la pesca o la ganadería. El turismo comunitario agrega otra fuente de ingresos a los productores, que ayuda a reducir la vulnerabilidad económica ante fenómenos climáticos o fluctuaciones de mercado, fortalece la resiliencia frente a crisis y amplía las oportunidades de desarrollo sostenible.

Diversificar es estar preparado desde distintos frentes, es no poner todos los huevos en la misma canasta.

Fomento del emprendimiento local

Recibir visitas motiva a las personas a crear nuevos emprendimientos desde talleres artesanales, hospedajes familiares, comedores y restaurantes que aprovechan insumos locales en su gestión, hasta cooperativas de alimentos, nuevas producciones agrícolas o experiencias que expanden el uso y disfrute del patrimonio local entre los visitantes y los residentes.

Fortalecer el tejido económico de una comunidad no es un suceso aislado, es un proceso sincronizado.

Estímulo a la inversión en infraestructura comunitaria

Desarrollar caminos, muelles, centros de salud, espacios públicos, tecnologías de comunicación y servicios básicos con criterios sostenibles, son estrategias que sirven para atraer visitantes y para mejorar el bienestar de quienes conforman la comunidad receptora.

El turismo comunitario suele estimular la inversión en infraestructuras comunitarias porque genera ingresos que las propias comunidades deciden reinvertir en obras que mejoren su posibilidad de atraer visitantes y a la vez mejoren su calidad de vida.

Las necesidades y los recursos de los visitantes y de los residentes coinciden y se potencian mutuamente.

Retención de inversiones y talentos

Cuando las personas de una localidad no encuentran caminos de desarrollo económico, cultural y social en sus propios espacios, el desarraigo se vuelve una necesidad dolorosa que provoca migración y fuga de capitales. Al encontrar oportunidades de trabajo digno, creativo y satisfactorio en su propio territorio, menos personas se ven obligadas a migrar a las ciudades o a otros países, manteniendo vivas sus comunidades y promoviendo la inversión local en las localidades de origen.

Las personas jovenes no solo migran por motivos económicos y de seguridad, también lo hacen para perseguir sueños, crecer y encontrar aventuras que no han descubierto en sus territorios. Cada sendero interpretativo, cada taller de saberes tradicionales, cada experiencia de convivencia abre puertas para que descubrir el futuro en su tierra. El turismo comunitario no detiene los sueños de conocer otros mundos, pero sí ofrece motivos para que quedarse sea también una elección de vida plena.

Invertir en casa no es refrenar los sueños, es crecer desde la raíz.

Redes y cadenas de valor

En el turismo comunitario, la lógica no es de competencia individual, sino de colaboración y beneficio mutuo. Esto hace que naturalmente se formen redes y cadenas de valor solidarias. El éxito de un emprendimiento turístico depende del trabajo conjunto para ofrecer alojamiento, alimentación, guías, transporte, venta de artesanías, actividades y experiencias. Cada actor es necesario para la experiencia completa, por lo que se necesita coordinación, confianza y acuerdos justos.

Al priorizar valores como la reciprocidad, la equidad y el respeto, se configuran circuitos económicos donde las relaciones valen tanto como los intercambios. No se trata solo comprar y vender, sino de construir vínculos de largo plazo que fortalecen el tejido social y económico.

Una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil.

La ruta de la lana

Había una vez, en el altiplano cundiboyacense de Colombia, varias comunidades campesinas y artesanas, tradicionalmente dedicadas al tejido de lana, que enfrentaban problemas de migración rural, pérdida de saberes ancestrales y pobreza. Para responder a esto, en vez de competir entre ellas, se pusieron de acuerdo para unirse en una red de turismo comunitario en la que cada comunidad ofrece algo único:

  • Una enseña a esquilar ovejas.
  • Otra muestra el proceso de hilar y teñir con tintes naturales.
  • Otra organiza talleres de tejido y bordado.
  • Entre todas se combinan hospedajes rurales, caminatas por los páramos, gastronomía campesina y ferias artesanales.

¿Qué lograron las comunidades con la ruta de la lana?

  • Diversificar la economía: ya no solo venden productos, sino experiencias.
  • Revalorizar la cultura: el saber del tejido, que casi desaparecía, ahora es orgullo y fuente de ingresos.
  • Crear redes de apoyo: si a un grupo le va bien, atrae visitantes a los demás; comparten contactos, ferias, asesorías.
  • Empoderar a mujeres y jóvenes: ahora son protagonistas de sus propios proyectos y tomadoras de decisiones.

Esta red solidaria no solo logró fortalece la economía local, también cuida el ecosistema del páramo y sostiene una identidad cultural viva.

¿Por qué no le hemos apostado con energía al turismo comunitario?

Una de las razones principales por las que la mayoría de los países de América Latina siguen priorizando el turismo masivo por encima del turismo comunitario es porque el modelo masivo ofrece resultados rápidos y medibles en términos económicos, especialmente en la captación de divisas, el número de llegadas internacionales y la inversión extranjera directa.

Impulsar al turismo comunitario requiere apoyo técnico, financiamiento accesible y marcos normativos que respeten y fortalezcan las autonomías locales, lo que implica algo fundamental: voluntad política.

Es un modelo que encaja fácilmente en las métricas tradicionales de crecimiento y competitividad internacional que responden a las siguientes tendencias:

1. Una lógica extractiva del desarrollo donde el valor se genera para actores externos y no para las comunidades. Este enfoque ve el territorio como un recurso a explotar en el presente más que como un sistema vivo que debe cuidarse y fortalecerse para aprovecharse con responsabilidad hoy mismo.

2. Fuerte presión de las corporaciones empresariales como los grandes operadores turísticos, cadenas hoteleras y desarrolladores inmobiliarios, que tienen más capacidad de lobby e influencia sobre las políticas públicas. El turismo masivo permite atraer grandes inversiones y proyectos que se presentan como generadores de empleo, aunque muchas veces propician poca redistribución del ingreso.

3. Débil institucionalidad para modelos alternativos que requieren marcos legales más flexibles y procesos participativos más complejos. Muchos Estados carecen de los instrumentos normativos, fiscales y de acompañamiento adecuados para fortalecer iniciativas locales sin cooptarlas ni burocratizarlas.

4. Percepción limitada del potencial comunitario pues persiste una visión que asocia al turismo comunitario con lo pequeño, lo artesanal o incluso con la pobreza en lugar de con la prosperidad compartida. Esta visión subestima su valor estratégico como motor de desarrollo territorial, conservación ambiental y fortalecimiento de ciudadanía.

5. Falta de visibilidad en las estrategias nacionales porque los planes nacionales de turismo muchas veces están diseñados desde arriba y desde la economía dolarizada, sin consultar a las comunidades ni considerar sus modos de vida. Esto lleva a que el turismo comunitario quede fuera o se proyecte de manera escueta en los programas de promoción internacional, financiamiento o formación.

6. Presión por aumentar en los rankings de competitividad turística que suelen medir el éxito por el número de turistas internacionales y la inversión extranjera directa, lo que presiona a los gobiernos a priorizar el modelo masivo.

¿Por qué deberíamos cambiar de prioridad?

Porque el turismo comunitario redistribuye el poder, fortalece la gobernanza local, conserva el entorno y dinamiza economías más justas. Porque no es solo una forma de hacer turismo, sino una forma de vivir y mostrar nuestros territorios con dignidad desde una pedagogía viva.

Hoy tenemos la oportunidad de impulsar un cambio de enfoque y articular turismo, cultura, economía, ambiente y educación no como compartimentos separados, sino como dimensiones de un mismo futuro.

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El turismo comunitario no se queda en atender visitantes, pues promueve una lógica incluyente que incorpora y visibiliza la importancia de la producción agrícola, artesanal e industrial, es una oportunidad para desarrollar una nueva cultura de visitarnos, comprendernos y aprender entre personas diferentes para construir un mundo de paz, armonía y prosperidad compartida.

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