Relata con diseño para mejorar tu comunicación

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Relata con diseño es un ejercicio para ayudarte a contar historias versátiles y poderosas para mejorar tu comunicación utilizando herramientas de pensamiento de diseño. 

Los relatos están cargados de mensajes importantes y transmiten elementos de nuestra identidad. Nos permiten vivir experiencias desde la piel de los personajes, sentir sus emociones y sensaciones y desencadenan procesos cognitivos que nos ayudan a comprender el mundo.

¿Para qué relatar con diseño?

Ser un buen cuentacuentos puede resultar ventajoso en muchas situaciones, es por eso que tantas especialidades desarrollan técnicas de relatoría y narrativa aplicada, comúnmente conocida como Storytelling.

Utilizar el método de pensamiento de diseño para estructurar la trama de un relato nos permite transmitir con claridad una moraleja, una postura, una sugerencia o conceptos complejos que se platican en un cuento o una historia.

¿De dónde viene el pensamiento de diseño?

El pensamiento de diseño, también conocido como design thinking es una metodología que surgió en la Universidad de Stanford, en California, en la década de los 70. Originalmente fue concebida como una técnica creativa para desarrollar productos y objetos, aunque se salió del reino del diseño industrial muy rápido porque es una herramienta muy útil. 

Técnicamente, cualquier cosa que se pueda producir y vender es un producto y cualquier cosa que pueda venderse puede producirse. 

Como es una técnica tan efectiva, en los 50 años que lleva existiendo, la metodología de pensamiento de diseño se ha adaptado, moldeado, sobado y re-formado, así que existen varias versiones con detalles que varían, pero en todas permanece la estructura fundamental que se orienta a la resolución de problemas y al cumplimiento de objetivos haciendo uso de la creatividad. Yo la utilizo para contar cuentos y narrar historias que venden ideas, productos, organizaciones y dibujos.

Una historia o relato se puede producir y vender, así que podemos crearla usando este método.

En el artículo titulado ¿Qué es el design thinking y cuáles son sus pasos?, Alexandro Dupuis detalla una versión del proceso aplicado al desarrollo de productos. La metodología que plantea  puede servirte también para desarrollar un relato.

Para ejemplificar los conceptos utilizaremos la historia de Teresa, un cuento creado para transmitir la importancia del trabajo comunitario para implementar un sistema de manejo de visitantes idyd y el uso de herramientas como la descripción y la estructura narrativaEncuentra el relato al final de este artículo.

6 pasos para relatar con diseño

El método del pensamiento de diseño aquí sugerido divide el proceso de diseño de un relato en seis fases.

  1. Empatiza

  2. Define

  3. Idea

  4. Prototipa

  5. Prueba

  6. Implementa

Explora los seis pasos y el ejemplo del cuento de Teresa para practicar y tener mejores herramientas para crear tus relatos.

Primer paso: empatiza

El primer paso es empatizar es ponerte en los zapatos de las personas que escucharán tu historia, entender cómo son y cómo es el contexto en el que conocerán tu relato. Para eso, evidentemente es necesario saber quiénes son, entonces habrá que investigar un poquito. 

Existen varias herramientas para eso, como encuestas y cuestionarios, análisis estadísticos, estudios de mercado, aunque muchas veces puede ser tan más fácil como hablar con colegas o platicar con nuestros clientes. Todo depende de tus objetivos, tus necesidades y tus posibilidades.

Explora las diferentes técnicas de investigación para decidir cual te parece más conveniente para tu caso. 

Ejemplo de empatía para la historia de Teresa.

Para el desarrollo de la historia analicé de los perfiles de las personas que asisten a los cursos impartidos por el equipo de idyd, de las personas inscritas a la plataforma y de algunos grupos en redes sociales.

La investigación demostró que el público objetivo al que se dirigiría la historia está formado por personas de ambos sexos que viven diferentes lugares del mundo, tienen referentes culturales distintos y edades variadas. La mayoría tiene interés en el desarrollo de proyectos turísticos, culturales y comunitarios, pero no saben por dónde comenzar.

Teresa aún no se llamaba Teresa y el cuento no tenía nombre.

Segundo paso: define

Para definir cuáles son las necesidades de la historia y cuáles son los problemas que puedan amenazar su proceso de producción se analiza y utiliza la información que obtuvimos en el primer paso.

Ejemplo de definición para la historia de Teresa.

Tomando en cuenta el perfil de las personas a quienes se dirigiría la historia sería neutral y en la medida de lo posible, libre de modismos locales e iniciaría en un lugar en el que varias personas con espacios y recursos de los que se sentían orgullosos estaban interesadas en recibir visitantes, aunque no se habían puesto de acuerdo ni tenían claro qué podían hacer en conjunto.

Tercer paso: idea

El tercer paso es idear, imaginar todas las soluciones posibles y todas las formas que se les ocurran de contar su historia para que cargue el mensaje que quieres transmitir. 

No importa si algunas de las ideas son raras, o parecen improbables, la experimentación es indispensable en los procesos creativos, y a lo mejor de una idea medio loca surgen soluciones interesantes. 

Sucede con frecuencia que una idea jale a otra, es como si fueran esos pañuelos interminables que los magos sacan de sus bolsillos; así funciona nuestra mente.

Responde de diferentes formas y en distinto orden las siguientes preguntas: ¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Para qué? ¿Quién? ¿Por qué?

Ejemplo de idea para la historia de Teresa.

Durante esta parte del proceso de diseño tomaron forma los elementos que ayudarían al público a identificarse con la protagonista que comenzaba a cobrar vida: La posada, la limonada de Doña Laura, un par de romances. También se volvió más clara la manera en la que sería presentado el nudo de la historia: el grupo trabajó muy duro y el resultado no fue el esperado.

Cuarto paso: prototipa

El siguiente paso implica el desarrollo de prototipos o bocetos. Es la parte en la que las ideas pasan por el lápiz y empiezan a tomar forma en el papel… o la pantalla, porque estamos en el siglo XXI. 

Es el momento de hacer el primer borrador (y el segundo, tercero, cuarto y trigésimo noveno) poniendo a prueba las ideas que generamos antes y así identificar los elementos que funcionan y los que no.

Puedes comenzar con la clásica frase: Había una vez… para comenzar con el contexto, aunque después la frase desaparezca de la historia.  

Ejemplo de prototipo de la historia de Teresa. 

En la primera versión, Teresa no se llamaba Teresa y era bastante más larga.

Quinto paso: prueba

El quinto paso es el de pruebas, en la que evaluamos la historia que acabamos de crear poniéndola bajo la lupa crítica de lectores beta, es decir, personas que asumen el papel del público final a quien está dirigido el relato. 

Esto nos permite ver fallas y áreas de oportunidad que a lo mejor nosotros no somos capaces de ver por la ceguera de taller, o porque tenemos una perspectiva distinta y nuestros ojos son otros.

Ejemplo de prueba de la historia de Teresa. 

Durante las pruebas los lectores no se identificaron claramente con Jonás, que en un principio era el dueño de la posada, así que decidí invitar a su hija Teresa.

Después de varios intentos, la historia tuvo un claro reconocimiento y logró su objetivo.

Sexto paso: implementa

El sexto y último paso es la implementación, el maravilloso momento en el que la historia sale al mundo y llega a nuestros interlocutores. Es importante tomar en cuenta que, una vez que contamos nuestra historia no podemos descontarla, ya que el público escuchó el relato no hay vuelta atrás, así que muy recomendable estar absolutamente satisfechos con lo que vamos a compartir.

Les presento ahora la historia de Teresa que modelé utilizando la estructura que les he compartido. Espero que lo disfruten y me cuenten qué les deja.

La historia de Teresa

Teresa vivía en una casa pintada de blanco, aunque una buena parte de la fachada estaba cubierta de una planta trepadora que en primavera se llenaba de flores del mismo color que el mango (su fruta favorita). A veces, cuando el viento soplaba con fuerza, algunos pétalos volaban y pintaban de amarillo el jardín de la posada que sus papás construyeron en el terreno de a lado, antes de que ella nacieran ella y su hermano.

Si le preguntaban a Teresa, El Portal –como se llamaba la posada– era el lugar más hermoso del planeta y estaba casi segura de que la limonada que doña Laura preparaba para los huéspedes era una poción mágica para la felicidad. Sin embargo, se daba cuenta que sus padres trabajaban mucho y a penas ganaban lo suficiente para vivir y mantener el lugar.

Llevaba bastante tiempo analizando la situación y se daba cuenta de dos cosas: tenía que encontrar la forma de atraer más viajeros al Portal y sentía que no podría hacerlo sola. Entonces decidió platicar con otras personas para ver qué ideas tenían; como bien dice el dicho, dos cabezas piensan mejor que una.

Habló con Don Marcos y su hijo Marquitos, los dueños del hotel que estaba en la plaza principal; con las hermanas viejitas que cuidan el Museo de Historia; con los guías de recorridos de leyendas y con Carlos, el chef guapo de Sabor Tradición, el restaurante más famoso del pueblo. Teresa escuchó con atención y tomó apuntes, hizo muchas preguntas y descubrió que muchos de los vecinos estaban interesados en atraer más visitantes, así que les invitó a formar un equipo y se pusieron manos a la obra.

Cada persona aportó lo que podía, sabía y tenía: investigaban, discutían y a veces trabajaban hasta la madrugada ideando estrategias y trazando su plan. El Portón se volvió el centro de operaciones y Carlos con frecuencia llevaba cosas deliciosas para animar al equipo, Teresa se sonrojaba cuando le decía –tienes que comer bien para que no se te quite lo bonita.– 

Hicieron proyectos, inventaron productos y crearon campañas hasta que llegó la temporada de vacaciones, el momento de poner a prueba sus esfuerzos.

Los viajeros llegaron y a los negocios les fue mejor que otros años, sin duda, pero no todo fue lo que esperaban. El mirador de la cascada quedó lleno de basura, la música y las luces espantaron a los animales de la reserva y además dos turistas que se pasaron de mezcal vandalizaron el quiosco de la plaza.

Teresa estaba desolada. A pesar de que sus esfuerzos habían sido exitosos, sentía que no habían valido la pena, pues se dio cuenta de que si seguían llegando tantos visitantes iban a terminar por destruir su comunidad. 

Una noche, mientras Teresa veía las estrellas pensativa, su padre se sentó junto a ella y en silencio le puso un tarrito de barro con café de olla en las manos. Después de un rato comenzó a hablar con voz suave y los ojos clavados en el firmamento:

A veces, cuando eras niña te llevábamos a la reserva a que vieras a los animales ¿recuerdas? –sin esperar a que respondiera, siguió hablando –Tú siempre los querías tocar pero, con mucha paciencia y actividades divertidas, los encargados del lugar te explicaban cómo había que comportarse y por qué. Así aprendiste. –Tomó aire, se levantó y antes de irse dijo  –En algunas ocasiones todos somos como niños.

Teresa reflexionó un rato sobre lo que le dijo su padre y se fue a dormir con una sonrisa en el rostro. 

A la mañana siguiente llamó al equipo y les explicó su plan: ya habían encontrado la forma de traer a los viajeros, ahora tendrían que inventar ideas que los motivaran a cuidar la cascada, el quiosco y todo el pueblo. 

Las mesas del comedor de El Portal se volvieron a llenar de diagramas, notas, mapas mentales y botanas de la cocina de Carlos, y cuando comenzaban a cansarse se llenaban de energía con un vaso de limonada de doña Laura.

Trabajaron más duro que antes, invitaron a gente nueva a trabajar con ellos y organizaron un viaje de campo para ver cómo le hacían en otros lugares. Entonces volvió a llegar el verano y con él los viajeros. 

Esta vez todo fue distinto, los visitantes encontraron la plaza limpia y cuidada, actividades bien planeadas que los invitaban a conocer los rincones más bonitos del pueblo, pero también a cuidarlos y respetarlos.

Una tarde calurosa, mientras varios huéspedes disfrutaban del jardín de la posada, cubierto de flores amarillas, Carlos tomó la mano de Teresa y le dijo al oído –Creo que lo logramos, bonita. –Teresa sonrió.

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