Los mitos y relatos individuales y comunitarios contienen visiones del mundo que determinan lo que es importante para los que los narran. Esos relatos se repiten de generación en generación con cambios sutiles en el significado, que mantienen una identidad fija, con las fortaleza y cohesión que de ella emanan, pero también con sus limitantes para el desarrollo y cambio.
En la búsqueda de movilización del individuo o grupo se diseñan estrategias que no logran sostenerse en el tiempo. ¿Cómo participar para transformar, cuando no es visible lo que impide el cambio?
¿Qué encuentras en esta entrada?
El mundo se construye al ser narrado, somos seres que vivimos en el lenguaje. Observar nuestros relatos personales como un texto que se rige por las leyes del lenguaje, permite intervenirlos en sus elementos formales para cambiar la narrativa hacia una que construya posibilidad.
Los cuetacuentos marcan nuestra historia
Desde pequeños escuchamos una y mil historias; diferentes, pero iguales.
Nuestra mente se maravilla con las narraciones, y nos fascinan porque cambian el juego y ponen a prueba al protagonista una y otra vez mientras conservan un mundo de conceptos y significados comunes a los seres humanos desde tiempos ancestrales.
Hay quienes hablan de una familia arcaica, como el biólogo Humberto Maturana, que dice que la familia ancestral se formó en la colaboración y el saber que formábamos parte de ese núcleo, que nos mantenía a salvo y nos hacía ser vistos. Las historias que ahí se comenzaron a contar han configurado lo humano.
Muchos siglos han pasado desde esa primera familia, pero los cuentos infantiles se han repetido desde entonces; y no importa si es el medioevo o la revolución industrial, la sociedad industrializada o una comunidad rural; las historias que compartimos y nos repetimos para dar sentido, son similares.
Desde que nacemos se nos cuenta un relato de dónde venimos; la noche llega y el día se cierra con una narración fantástica para conciliar el sueño. Y en esas historias que elegimos compartir, vamos encontrando personajes con los cuales nos identificamos y queremos emular. Todo esto está inserto en una comunidad que otorga significado y valor a lo que se cuenta; así se comienza a construir identidad con estos relatos, que se estructuran cognitiva y emocionalmente, y pasan al cuerpo por los significados que cargan.
Los cuentacuentos nos ayudan a codificar el lenguaje
Todo lo que aparece en la conciencia es a través del lenguaje, si no es codificado no se puede hacer perceptible, accesible a la comprensión. El impacto de estas historias es múltiple, muestra los conceptos y valores compartidos por la comunidad, cómo estos se estructuran lingüísticamente, y a la vez, se van configurando relaciones de sentido, tanto comunitarias como individuales, que no son visibles.
“El lenguaje (del provenzal lenguatge y del latín lingua) es un sistema de comunicación estructurado para el que existe un contexto de uso y ciertos principios combinatorios formales”. (Wikipedia) Nos hacemos humanos y persona por medio del lenguaje; en toda cultura, sin importar lengua, se comparten los mismos actos de lenguaje para construir realidades.
El lenguaje es un instrumento del hombre, ya sea que lo descubrió o lo inventó; “la idea de que el lenguaje ha transformado la conciencia humana porque permite el desarrollo de nuevas formas de pensamiento y la adquisición de conocimientos, nos lleva a buscar una explicación teórica sobre las relaciones existentes entre el pensamiento, lenguaje y su posible relación en la determinación de las acciones de un receptor.” (El lenguaje: herramienta de reconstrucción del pensamiento. Iván Ríos Hernández)
Los cuentos se estudian desde muchas disciplinas
Desde ciertas disciplinas se le ha visto como un medio para comunicar unilateralmente un mensaje. De un emisor completamente objetivo a un receptor que recibe claramente, ya que las palabras son comunes a ambos y tienen un significado compartido. Un patrón de estímulo-respuesta.
Mucho se ha explorado en ese sentido para coincidir en la polisemia de las palabras, que adquieren significados de acuerdo con un tiempo, un contexto, una creencia.
Cada oyente interpreta y se interpreta a partir de su mundo de significados, de sus experiencias previas, del contexto del que forma parte, en el cual, lo que se dice es permeado por la cultura.
El reto es sostener la atención en que, más allá de lo que se haga para clarificar el mensaje, este se vea como mirada parcial, totalmente influida por el marco de interpretación tanto del que habla como del que escucha, con la cultura de la que forman parte individualmente.
No es la Verdad con mayúscula, sino siempre un relato de autor, formando parte de una obra construida socialmente, y repetida ad infinitum sin reflexión, que impacta en los anhelos y objetivos de la comunidad.
Todo lo que el ser humano hace está signado por la cultura en que vive
Hablamos de cultura para referirnos a comportamientos, patrones de interacción, creencias, valores, costumbres, lenguaje y habla compartidos por un grupo, que pueden estar delimitado no sólo geográficamente sino valorativamente, dando lugar a una comunidad, que es “[…] algo que va más allá de una localización geográfica, es un conglomerado humano con un cierto sentido de pertenencia. Es, pues, historia común, intereses compartidos, realidad espiritual y física, costumbres, hábitos, normas, símbolos, códigos”. (Elena Socarrás. 2004:177)
Nos movemos de lugar pero no de cultura; ampliamos algunas perspectivas cuando visitamos otros mundos y destinos, pero los significados profundos son cargas simbólicas que se mantienen a partir de la identidad que creemos ser.
Nos sentimos vinculados a una narrativa, y somos leales a ella más allá de la comprensión y elección, formando anclas en la posibilidad de crear nuevas interpretaciones. Y se convierten en anclas porque lo que en un momento tiene un sentido claro, un para qué, al paso del tiempo, pierde ese vínculo, pero mantiene la práctica, fuera de contexto, de significar de cierta manera y por consiguiente de actuar.
Toda narración es incompleta, sólo muestra la voz de quien relata. No existen hechos irrefutables; lo mismo se puede contar de múltiples formas según quién hable. Para determinar la veracidad de un suceso habría que hacer una relación de hechos con todos los observadores visibles e invisibles, separando en cada uno, la emoción que le provoca y la opinión moral de lo que ocurre. Esto es absolutamente imposible.
Siempre se toman las palabras de un continnum de sucesos para elegir lo que se cree que más relata la verdad; olvidando que hay una selección dependiente de lo que se opina o se quiere demostrar.
Cuando se habla de un hecho del pasado nada de lo descrito existe ya; sólo vive en lo que se dice, en lo que se asegura que ocurrió. Permanece vigente y se actualiza cada vez que se narra, tanto hacia otros, como en la conversación privada recurrente: en los porqués que justifican las emociones que aparecen sin ser convocada cada vez que se evoca a una persona o acontecimiento.
Todo es texto y cueto
La narración se plasma por medio de un texto con leyes que el escritor no crea: las del lenguaje; y aunque las reglas son las mismas para cualquier hablante de esa lengua; las palabras elegidas, el tiempo en que ocurre, los personajes de los que se habla, no son ni casuales ni imprescindibles; son elecciones tanto conscientes como inconscientes. El entorno lingüístico crea el sentido, valor y la forma de las palabras cómo son articuladas.
Y “una variación en la estructura interna del significado de la palabra equivale a un cambio en la relación entre pensamiento y palabra” (Siguán, 1987).
El lenguaje da lugar a formas concretas de conducta. ¿Hasta dónde llega nuestra libertad para alterar o dirigir nuestras acciones, en un mundo de historias que se sobreponen, y que no podemos modificar?
Si vivimos en circunstancias que no dependen de nosotros, ¿hasta dónde se puede alterar el resultado y la posibilidad que se anticipa o gesta si no se modifica la forma como se explica?
“Noam Chomsky (citado por Littlejhon, 1987) define el lenguaje como una estructura que cambia de acuerdo al contexto cultural.
Al hablar aprendemos a contarnos cuentos
El lenguaje no es sólo un idioma: es una estructura gramatical e ideológica. El modo de articular el lenguaje (incluyendo la conducta no verbal) modifica la percepción.
El aprendizaje del lenguaje es parte integral del proceso de aculturación desde tres perspectivas: el lenguaje es parte de la cultura, del cuerpo de conocimientos, actitudes y habilidades transmitidos de una generación a otra; el lenguaje es el medio primario a través del cual otros aspectos de la cultura se transmiten; y por último, el lenguaje es una herramienta que puede usarse para explorar y manipular el ambiente social y establecer estatus y relaciones dentro de él.”
Vygotsky reconoce en el sistema de signos que llamamos lenguaje, su estructura dinámica, cambiante y flexible que puede considerarse como una herramienta de reconstrucción del pensamiento. Es decir, no es estático, es el recurso por medio del cual podemos entrar, desde la forma, para alterar el significado. Para ello, primero se tiene que evidenciar el uso de sus elementos, la selección inconsciente y cultural de palabras, frases, puntuación y entonación, en frases que se han repetido y salen en automático, creando la realidad del momento.
Cada palabra que utilizamos resuena en el cuerpo, y en la interpretación del mundo y sus limitaciones o posibilidades. Podemos verlo como una historia en la que el autor desea que se tome partido por un personaje u otro, cuando para transformarlo sería deseable amar a todos los personajes: tanto al héroe como al villano. Sin alguno de ellos la historia carece de sentido.
“Como portador conceptual de experiencias sociales, el lenguaje orienta respecto a la manera de crearse las experiencias sociales nuevas, mientras que, como portador de experiencias históricamente distantes introducen éstas en las experiencias nuevas; es decir que las experiencias nuevas se forman a través del concepto”. Meyin (1981)
“En tal sentido el lenguaje no sólo mira hacia el pasado, sino que por ser portador de conocimientos sociales, se debe considerar como factor esencial de la anticipación de futuras actividades vitales y de su realización.”
Los textos que nos explican no tienen que limitarse a replicar una forma de realidad producto de sus tiempos; cada individuo es la suma de sus historias vividas, tanto personal como sistémicamente, pero los escenarios nuevos deberán contenerlas así como asimilarlas en relación al momento vigente y las aspiraciones de futuro.
Cuando hacemos un alto para desapegarnos emocionalmente de un texto, porque ya no lo creemos la verdad ni el bastión de la identidad, podemos ver con ojos nuevos los elementos que lo conforman: léxico, gramática, estructura y semántica.
Narra nuevas historias en tus cuentos
“…el sentido de pertenencia, factor que permite la movilización, la cohesión y la cooperación entre los habitantes de una comunidad.”
Elena Socarrás 2004:177
Las historias compartidas tienen el poder de convocar a los que se sienten parte de ellas. Son el vínculo entre personajes disímiles y disímbolos que sin importar el rol que interpreten, viven y actúan en un contexto donde eso tiene sentido, aunque nunca se hayan cuestionado qué tanta libertad se tiene cuando el libreto ya está escrito y repartido.
Hablar del pasado no lo modifica, no lo resignifica; sólo las nuevas interpretaciones de lo que sucedió abre la posibilidad de hacer el cambio estructural y paradigmático en el nuevo texto.
Estos elementos al ser cuestionados permiten salir de actuar reactivamente para hacer un diseño de objetivos y modificar lo que impide su consecución.
¿Si todo es un cuento, es posible modificarlo?
¿Cuáles historias sí podemos cambiar o transformar?
Tu historia, la que te explica, ¿es la verdad o puede ser modificada?
¿Lo que se narra es la única verdad?
¿Si varias personas contaran una experiencia sería de la misma manera o con los mismos elementos?
¿Por qué dos personas que vivieron el mismo suceso lo cuentan diferente?
¿Cuál es la emoción predominante? ¿Queja, resentimiento?
¿Qué es posible en eta narración? ¿A qué lleva como impulso, o sea, si fuera el inicio de una novela, qué pide la narración?
¿Cuál es mi rol y posibilidad de reconfigurar identidades? ¿Cuáles son las historias que me atrapan sin libertad para elegir cómo actuar? ¿Sólo sigo el guion que me marcan?
El tiempo en el que se narra: ¿se habla siempre del pasado? ¿Es lo más valioso? ¿Hay lugar para un futuro distinto?
Los personajes principales: ¿son los otros los que a partir de sus hechos determinan las acciones de los que aparecen en la narración? ¿El que narra lo sabe todo? ¿Se es un personaje secundario y la historia personal sólo ocurre a partir o para explicar a otros?
El espacio geográfico, emocional, social en el cual se desarrolla la historia, con sus valores y compromisos ¿Se sostiene un estado de ánimo de reclamo, resentimiento o sumisión? ¿Se dice algo que no se hace?
Palabras con sus sinónimos se repiten constantemente. Frases y supuestos que explican lo que se hace.
¿Cuál es el título del cuento?
¿Los signos de puntuación definen la historia? ¿Habría que cambiar algunos, por ejemplo, poner puntos finales en lugar de comas?
Reescribe el futuro de tu comunidad
Antes de emprender cualquier proyecto observa el cuento.
Haz claro el para qué de la narrativa, hacia dónde está enfocado el compromiso, y muestra o haz evidente lo que se esconde en medio de otras voces que dominan.
En el diseño de proyectos estratégico es indispensable identificar las narrativas que están en cada expresión para diseñarlas y obtener los resultados esperados.
En la gestión cultural lo primero es la conexión con lo que importa. Por qué importa esa historia, cómo expresa los valores de quien la cuenta.
El visitante, lector, gestor cultural o cualquiera que no se compra la historia como verdad, puede ser ese observador de las narrativas presentes en la comunidad de forma que las haga evidentes para contribuir a crear conjuntamente nuevos relatos, acordes con las expectativas y objetivos que se construyan, y se socialicen por todos los medios a partir de una narración que incluye lo importante, lo que se preserva y valora, y que a la vez lo actualiza y alinea con nuevas interpretaciones, en la creación de una identidad comunitaria prospera, inclusiva y participativa.
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