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  • Sofia Maass

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    20 diciembre, 2022 at 10:57 pm en respuesta a: Cierre materia turismo cultural UNIVERSIDAD DE GUANAJUATO, CAMPUS GTO.

    ¿El desarrollo es un vehículo del desarrollo?

    Introducción

    Guanajuato, Guanajuato, México, es actualmente una ciudad gobernada a partir de un discurso del desarrollo que opta por la inversión en atracción al público turístico a través de la planeación de eventos y logísticas afines para satisfacer a las masas de consumidores. Sin embargo, en palabras de Alejandro Navarro Saldaña, edil de la ciudad en 2018 y actualmente “La gente que nos visitó el fin de semana es gente que viene en camión, que compra un viaje en Morelia, en Aguascalientes, en Guadalajara, en 350, 400 pesos, vienen a la ciudad en la mañana y se retiran en la noche y no traen suficiente dinero para poder hacer los gastos.” (…) “Queremos crear un perfil de visitante que pueda generar mayor derrama económica, que pueda entrar a un museo, que pueda comprar una artesanía, que pueda comer en algún restaurante y no gente que ya trae sus alimentos, que fue lo que detectamos también en estos camiones, sus alimentos dentro del camión; entonces la verdad es que, si vienen a visitar Guanajuato, gastan poco y se genera bastante conflicto vial y algunos temas de basura y desgaste de la ciudad.” (Alejandro Navarro en el Periódico Universal, 2018).

    Como puede verse en las declaraciones del presidente municipal de Guanajuato, la ciudad está siendo administrada a manera de negocio clasista y excluyente. De tal forma que al ser la localidad una fuente de ingresos debería estar fomentando el desarrollo de otras áreas de la ciudad. Sin embargo, como en todo negocio, las ganancias se reparten y reinvierten en líneas afines o complementarias para obtener más ganancias económicas. Si bien, en la administración de un restaurante esta forma de proceder tiene sentido, no es el caso en una localidad. En un restaurante se consume a partir de la cantidad de ingresos – o adeudo a crédito – que se tienen y se elige dicho sitio a partir de sus características. El dueño del restaurante se puede reservar el derecho – sin pasar por encima de los derechos del consumidor – de decidir quién entra y cómo a su restaurante. Es un negocio y así funciona, el dueño del espacio pone las reglas, salvo que en las clausulas de servicio tengan otra mecánica – ya sea colaborativo, colectivo u otras. Sin embargo, la administración pública, tal vez debería tener otro nombre para empezar, por ejemplo, gestión pública, gestión del espacio común, ordenanza del ambiente compartido, etc. Estas formas de denominar el ejercicio del ordenamiento territorial no son forzosamente administrativas desde el punto de vista más estricto. Parece ser que el hecho de que la administración esté pensada desde lo numérico y cuantitativo primero y no lo cualitativo e identitario. Genera muchos problemas porque las personas que trabajar en posiciones de gobernanza del espacio se consideran a si mismos administradores antes de personas o civiles que habitan el espacio. Esta forma de institucionalización del hacer genera que se frivolicen los procesos urbanos cotidianos como el trueque y la venta de bienes o servicios.

    El accionar panista por excelencia trata los temas sociales como si fueran empresariales y les ha costado mucha credibilidad, fuerza política y el respeto del público que alguna vez creyó en sus estandartes.

    Elinor Ostrom, premio Nobel de economía en el 2009 y autora de “El gobierno de los recursos comunes” habla en sus escritos acerca de la gestión de los recursos de uso común, por ejemplo, el agua, la tierra y en este caso, los parques, las bancas en la calle, Los Pastitos, el Parque Embajadoras y otros sitios que son parte del paisaje guanajuatense e inevitablemente, parte de la construcción geográfica del mundo.

    Ostrom concluye que en la mayoría de los casos la gestión de los recursos compartidos es más eficiente cuando se hace colaborativamente. Sin embargo, es difícil, alcanzar el nivel de solidez en las instituciones para que puedan resistir ser flexibles sin desaparecer o descuidar las funciones para las cuales fueron creadas. Entonces, es posible que la gestión de la ciudad de Guanajuato se esté pensando de una forma que es inútil en términos de desarrollo humano. Más ingresos para los restauranteros, hoteleros y demás locatarios de la ciudad no significan mejores salarios y condiciones de vida para las personas que trabajan en el servicio para éstos pseudo caciques.

    ¿De dónde sacamos las conclusiones y para quién?

    En el andar como cocinerilla de indias – antes y después de entrar a la Universidad Nacional Autónoma de México en León – experimenté en carne propia el nivel de desigualdad que existe en la cantidad de ingresos que reciben los dueños de restaurantes en comparación con los ingresos que otorgan a los empleados. Por ejemplo, un delicioso y trágico caso de la ciudad de Guanajuato es el restaurante Las Mercedes, tiene un gran renombre en la localidad y en el país por el tipo de cocina que hacen, ya que el hijo del dueño viajó a España para entrenarse con los hermanos Roca, galardonados con varias estrellas Michelín. En términos llanos, al regresar a su tierra el joven Chef Jesús Cárdenas les propuso a sus padres abrir una oferta gastronómica de alta gama en la ciudad, particularmente en la casa que habitaban. Así fue como se fundó Las Mercedes, que actualmente tienen platillos individuales de más de $450 mxn por porción mediana y que en conjunto pueden llegar a cobrar $1600 mxn por una comida para dos, sin alcohol incluido. En contraposición, el pago a los empleados por entrar a las 11:00 am y salir a las 11:00 pm es de $1200 mxn semanales, sin contrato, sin prestaciones y sin amabilidad hacia los trabajadores. Recuerdo haber recibido más de una reprimenda por el jefe de cocina y el chef acerca de que “en ese lugar no se avisaba que se faltaría – debido a la necesidad de estudiar para el examen de la UNAM – sino que se pedía permiso”. En una retórica de que, al aceptar trabajar ahí mi vida entera, mi tiempo y energía les pertenecía puesto que estaban pagando un salario menos que mínimo. No soy la única persona que pasó por esta experiencia, ni creo que seré la última. Sin embargo, desde mi posición de estudiosa de los social, lo turístico, lo ambiental, lo patrimonial y el desarrollo, tengo la obligación de expresar y escribir claramente una realidad que ocurre y re ocurre no solamente en Las Mercedes, puesto que no es el único restaurante en el que laboré. Nuevamente, debo aclarar que mi perspectiva está necesariamente tamizada por mi especialización como desarrolladora territorial desde lo identitario y ambiental. El nombre de desarrolladora territorial a veces se confunde y parece ser que indica que mi profesión se trata de desarrollar económicamente los territorios para que sean más rentables y es cierto, que una enorme porción de mis estudios estuvo dedicada al desarrollo endógeno (Boisier, 1999) y sus mecanismos para fomentar la obtención de capital a partir del respeto y exaltación de las particularidades de un espacio. Entonces, el desarrollo territorial no es tanto una forma de administración es más bien, un tipo de gestión de los espacios comunes a partir de acuerdos implícitos y explícitos entre los seres humanos que forman y reformulan el tejido identitario de una localidad. Es decir, en Guanajuato, hay algunas cosas y sucesos que son particulares de este terruño, por ejemplo, la fauna endémica que se reproduce en las sierras y montañas, la flora austera y áspera que resiste las inclemencias del clima cambiantes y extremo. El tipo de personalidad común construida a partir de la apropiación de algunos hitos culturales. Es decir, no se puede generalizar a la población, pero si se pueden buscar sus particularidades para explicar la forma en que habitan lo cotidiano.

    Entonces en contraposición a estas posturas de administración me encuentro con un taller de cerámica abandonado, sin maestra que le cuide y con una casa habitación en un territorio que solía ser burgués y ahora es receptáculo de la inversión extranjera – como lo fue antes – y de la gentrificación – como lo fue durante el Porfiriato cuando las casas de La Presa eran inmensas mansiones de descanso. En el caso particular del taller de cerámica AMANO está ubicado en una casa de austera nada porfiriana de la época del concreto y los pisos de azulejo brillantes e industriales. Sin embargo, la necesidad de lidiar con una pérdida íntima me llevó a buscar a otros sabedores del oficio cerámico. Es evidente que haber estudiado desarrollo territorial me llevó a buscar indicios de mi propia identidad en estos personajes de la vida artesanal en Guanajuato. No podré jamás jactarme de haberlo logrado, podré quizá narrar estos patéticos intentos de reescribir un drama personal y convertirlo en una fuente de preservación de saberes intangibles, ingresos justos para quienes trabajan ahí y en un ánimo utópico alcanzar una organización colaborativa que pueda ser flexible, rentable y cuide de quienes le procuran.

    El taller no se administra, el intento que hicimos de hacerlo de esta forma, fue sugerido por una persona que está titulado en Administración de Empresas por la Universidad de La Salle y su hacer en el espacio debido a la frivolidad y falta de apropiación identitaria generó estragos y pérdidas de todos tipos. Intentar explicarle que la forma de atraer alumnos no era a partir de “ofertones” y paquetes de descuento fue imposible. En ese caso tengo que decir que el padre de este graduado es ceramista. Maestro en el taller, quien debería comprender el valor del quehacer de su padre, más allá de lo económico, pero sin dejarlo de lado era él. Me queda desde una posición quizá moralista, esperar a que el comprenda que con la muerte de su padre un futuro quizá lejano, se morirán todos sus conocimientos transmitidos de tres generaciones atrás. No pude y no debo obligar a la gente a compartir mis visiones de las cosas, pero es alarmante el permiso que nos damos socialmente para borrar lo que no tiene testimonio escrito y aun teniéndolo es fácilmente ocultable.

    En este sentido, la marcha contra corriente se vuelve más inclinada cuando cuatro de siete personas que reciben directamente estos conocimientos y pagan por ellos, piensan que los más relevante es el servicio, calificable, como si fuese una experiencia de restaurante.

    La identidad no es comercializable, aunque parezca que es una fuente de ingresos o que se puede vivir de ella, finalmente es una forma de prostitución de los saberes y sin embargo, pensar así no me exime de pagar cuentas de luz, agua, electricidad; y a los maestros ceramistas tampoco.

    El punto medio entre esta dicotomía de la protección de los saberes intangibles – recursos comunes – y el mundo hiper globalizado en el que vivimos es caer en un camino conocido con nuestras reglas hasta donde se puede. En este sentido el demonio de Airbnb les paga a los ceramistas $519 mxn por 3 horas de clase, un solo día y no asegura la continuidad del proceso. Evité a toda costa caer en esta dinámica, pero las inclemencias de esta economía hiper inflada me llevaron a recurrir a esta práctica.

    El taller de cerámica AMANO es enclenque intento de no sucumbir a las prácticas turísticas comunes de la localidad que podrían fácilmente proveerme de buenos ingresos y explotar a mis congéneres. Ciertamente la organización del taller es altamente criticable debido a su informalidad y cambios repentinos debido a la poca solidez que tienen los tejidos sociales. Me encantaría ser más optimista y decir que todos los beneficiados de pagos justos y aguinaldos, se sienten parte del taller, pero no es el caso. Hemos tenido que lidiar con rotación de personal debido a diferentes motivos, desde que su expectativa era recibir pagos al día, hasta que se sentían ofendidos de que sus alumnas fueran personas que se tomaban la cerámica con menos seriedad, lidiamos con maestros que nos abandonaron y el muchacho previamente mencionado, que recibiría un apoyo para pagar su titulación, se dio de baja sin previo aviso. He hecho un esfuerzo por no pretender ser dueña de la gente que trabaja conmigo y también de ofrecer condiciones que fueran más favorables para ellos que para mí. Rompiendo la cadena de explotación de la que he estado hablando y he sido parte. Me resulta agridulce el ejercicio con el taller de cerámica porque no he logrado integrar una estrategia de desarrollo que les permita a los maestros tener horarios flexibles, buenos pagos, apoyos en sus asuntos personales (escuela, letreros para sus talleres, alimentos para sus animales, entre otros) y sensación de estructura y responsabilidad hacia el taller.

    ¿Cómo responder a la pregunta inicial?

    La retroalimentación de los usuarios de este recurso común – el taller – es abrumadora, por un lado, agradecen las clases con los maestros y su nivel de especialización, por el otro, condenan la informalidad y la falta de café caliente, cargado y de buena calidad. El aroma acogedor y el baño amable son dos cosas que nos han solicitado, ya que el inquilino – maestro – artista que habitaba la casa tenía un régimen menos estricto respecto a la limpieza.

    En resumen, a cuatro de la reapertura del taller, tratándolo como si fuera un recurso común, la gestión colaborativa no se ha logrado. No sé que teórico del desarrollo podría responderme cómo estructurar la organización de tal manera que todos los involucrados nos sintiéramos más cómodos y dignos.

    La pregunta acerca de si el turismo – en Airbnb o charamusquero, el que sea – no es un motor del desarrollo. Es una estrategia de obtener ganancias rápidas, en su mayoría para unos pocos. La población de Guanajuato que vive del turismo sin ser dueño de una empresa receptora utiliza este medio como una forma de obtener ingresos informales pero frecuentes. SI hubiera un juego más justo la gente en general, no tendría que depender del turismo para sobrevivir. Desde mi experiencia personal llena de los privilegios y creencias de la escuálida clase media mexicana puedo ver que para vivir del turismo se necesita tener hambre. Para repartir lo ganado se necesita integridad moral, lo que sea que eso signifique y el hacer lo justo no siempre significa mayor desarrollo ni bienestar. Así que, para concluir, no tengo la información suficiente – y no sé si la tendré – para responder si el turismo es o no es un motor del desarrollo, ni de qué tipo de desarrollo fomenta, ni a quienes beneficia realmente.

  • Sofia Maass

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    9 octubre, 2022 at 7:51 pm en respuesta a: ¿Cómo se crea un destino con significado?

    Respuesta por Sofía Maass:

    Considero que no se puede “crear un destino con significado”. Pienso que dado que las construcciones culturales son distintas en cada grupo social; los destinos, cualesquiera que sean, necesariamente tienen significados adheridos a sus procesos relacionales.

    Por ende, la pregunta más bien sería; ¿Cómo obviamos o exaltamos los significados del espacio que buscamos convertir en destino “turístico”?

    La respuesta es escuchando a los miembros que participan en la construcción y continuidad de la cotidianeidad del destino que estamos estudiando. Posteriormente y de acuerdo a sus versiones en conjunto, podemos investigar qué lazos unen a los miembros de la comunidad y están dispuestos a compartirlos o abrirlos a un público externo o visitante.

    En el caso de San José de Gracia Michoacán, la comunidad estará dispuesta a compartir su cultura a través de la venta de productos lácteos o la feria de la orquídea. Sin embargo, muchos miembros se sentirían incómodos si un extrañ@ aparece a una festividad o rito fúnebre, sin ser invitad@. Se cuidan los espacios privados de la comunidad y se comparten las áreas que están dispuestos a abrir a los demás. Es posible que un guía interno y dispuesto pueda llevarnos a recorridos especiales – a probar bebidas como el pajarete o la ingrata de la Manzanilla, inclusive a asistir a una limpia – pero definitivamente tales ofrecimientos dependerán del grado de familiaridad y no son explotables turísticamente. Sin embargo, las visitas al taller de talabartería del Pinole o al rancho lechero de algún miembro de la comunidad, serán espacios más abiertos, al representar el área de trabajo que es un terreno abierto y disponible para los intercambios económicos por ende, explotable turísticamente porque los miembros de la comunidad lo aceptarán como válido.

    En resumen para hacer un destino con significado, hay que conocer el destino, escuchar los significados de los diferentes ritos, costumbres y usanzas y comprender claramente los límites; en donde pueden o no entrar y participar extraños o viajeros. Será importante demostrar, además de buena fe hacia la comunidad, compromiso para entregarles un producto que consideren valioso a cambio de su disposición para colaborar. Dicho producto puede ser económico, en especie, un trueque; pero definitivamente requerirá de negociación.