Dice el cuento que en el principio de los tiempos se reunieron frente a un gran lago seis dioses que dándose cuenta de la inteligencia de los seres humanos, decidieron ponerles una gran prueba; esconder en algún lugar el poder de lograr la felicidad. Estuvieron pensando por mucho tiempo y de pronto el primero de ellos dijo: ¡Ya sé! Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del mundo.
Inmediatamente replicó el segundo de los dioses: ¡No! Recuerden que tienen fuerza y son capaces de lograr estrategias para alcanzar la cima; alguien va a lograr subir y encontrarla, y si la encuentra alguno de ellos, ¡ya todos sabrán en donde está!
Entonces tomó la palabra el tercero de ellos y dijo: ¡La esconderemos en el fondo del mar! Seguro ahí les costará mucho trabajo. El cuarto Dios objetó diciendo: “¡Tampoco! “Recuerden que tienen una gran curiosidad y conocimiento, y seguramente construirán algún aparato para poder bajar y entonces la encontrarán”
El quinto Dios tomó la palabra: “El mejor lugar será esconderlo en lo profundo de la tierra”. Pero todos protestaron: “¡No! Recuerda que son capaces de hacer grandes inventos y seguramente lograrán bajar y encontrar la felicidad”.
El último de ellos, el más sabio y sensible, quien había permanecido en silencio escuchando atentamente las propuestas de los demás tomó la palabra y les dijo: “Creo saber dónde esconderla para que nunca la encuentren”.
Todos esperaban ansiosos la propuesta. El sexto Dios después de una pausa les dijo: “La esconderemos dentro de ellos mismos, en el fondo de sus corazones… Estarán tan ocupados buscándola fuera de sí mismos que difícilmente la encontrarán. Se perderán en lo banal buscando en los objetos su satisfacción. Muy pocos llegarán a darse cuenta de que, en realidad, sólo encontrarán la serenidad, el equilibrio y la felicidad, si miran hacia adentro y luego ponen sus dones al servicio de los demás.
Saber escuchar nuestro más grande regalo
Nos dice Stephen Covey, en su maravilloso libro “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva” que hay que buscar primero comprender para después ser comprendido, y para lograr esto es necesario hacer un primer cambio en nuestros hábitos al escuchar.
¿Oímos o escuchamos? Stephen Covey, nos habla de que es muy típico que nos ubiquemos en niveles muy pobres de escucha: El nivel más bajo es cuando escuchamos ignorando, es fácil identificarlo porque es cuando nuestra mente está en otro lugar y ni siquiera estamos atentos al mensaje de la persona que tenemos enfrente, es más, ni siquiera lo miramos. Recordemos que el contacto visual es la primera señal que le enviamos a la otra persona, en donde le estamos diciendo sin palabras que lo estamos escuchando.
Por otro lado cuando no escuchamos de la forma adecuada, la otra persona no se siente validada y con esto provocamos un golpe directo a su autoestima. Haz un alto en este momento y piensa si alguna vez has escuchado así a alguno de tus hijos porque estabas ocupado o a tu esposo o esposa, porque hubo algo que fue más importante para ti en ese momento. Nuestro tema el día de hoy, está relacionado con el servicio al cliente y en buscar las mejores prácticas para lograr crear una experiencia memorable en el servicio, y aquí es donde siempre he tenido una inquietud: Cómo vamos a lograr escuchar a nuestros clientes de una manera correcta, si a veces ni siquiera somos capaces de escuchar así a las personas que más queremos en la vida. Debemos empezar por desarrollar esta habilidad con los nuestros.
Ahora vamos al segundo nivel, éste todavía es uno de los niveles más pobres: escuchar fingiendo. Durante mi vida me he dado cuenta que este nivel es de los más comunes, fingimos que escuchamos, así que; de vez en cuando miro a la otra persona a los ojos y aunque no tengo claro lo que me está diciendo, deseo que crea que le estoy poniendo atención. Cuántas cosas nos habremos perdido al no escuchar con el corazón a los demás, cuántas veces la otra persona prefirió guardar silencio y no te dijo lo que necesitaba porque sintió que no era importante para ti. Al no escuchar se paga un precio muy caro, perdemos la posibilidad de crear relaciones más fuertes y profundas con los demás, es decir; nos quedamos en la superficie, lo cual nos impedirá lograr lo que dice nuestra definición de empatía entender y responder a las necesidades únicas de la otra persona.
Y continuando con los siguientes niveles al escuchar; llega el turno del tercer nivel: escuchar selectivamente, ¿te suena? Es cuando escuchas partes de aquí y de allá, sólo escuchas lo que te interesa y dejas de prestar atención al mensaje completo; quedándote con una idea muy pobre de lo que la otra persona está tratando de decirte. En el plano personal ¿cómo crees que sean las relaciones que estás construyendo con tus seres cercanos? Piensa en lo que estás haciendo sentir a los demás cuando te ubicas en este nivel. Al cuarto nivel se le denomina: escuchar atentamente, este nivel nos hace prestar atención sólo a las palabras, aún no conectamos con el sentir de la otra persona; las interacciones con los demás suelen ser frías y sin manejo emocional por parte del que escucha. El otro no siente que haya sintonía y se siente poco apreciado.
Escuchar empáticamente conectando cuerpo, oídos y corazón
Toca el turno a nuestro quinto nivel, el nivel ideal: escuchar empáticamente. Este es el nivel en el que se logran las verdaderas conexiones, en el que debemos poner lo mejor de nosotros mismos para alcanzarlo. Siempre he pensado que la barrera más grande que existe para que logremos comunicarnos mejor y empatizar con los demás, es creer que todas estas habilidades son naturales y que no hay necesidad de hacer nada para ser mejores en este tema. Tal vez la causa sea, que a través de los años nadie nos enseñó a escuchar, en la escuela recibimos adiestramiento para muchas áreas de nuestra vida pero nadie se interesó por enseñarnos a escuchar al otro, ni a comprender a los demás. Es una realidad que no fuimos entrenados para desarrollar nuestras habilidades sociales, pero hoy ha llegado la hora de hacernos responsables de nuestro propio crecimiento, de ir más allá y comenzar a generar pequeños cambios en nuestras conductas que nos lleven a logros significativos en nuestras relaciones.
No es lo que lograste sino en lo que te convertiste mientras lo hacías.
“Cuando hacemos lo que somos capaces de hacer nos sorprendemos”.
Genera unos cuantos cambios cuando escuches a los demás y verás qué grandes sorpresas te llevarás al ver los resultados.
Para empatizar:
- Mira a la otra persona a los ojos, recuerda que es una maravillosa señal que le dice, ¡aquí estoy para ti! ¡estoy atento a lo que necesitas!
- Prepárate con mente y corazón para escuchar el mensaje y también lo que se dice entre líneas.
- Observa las expresiones faciales y los matices de la voz para que seas capaz de identificar su emocionalidad.
- En los momentos oportunos y sin interrumpir, haz preguntas, recuerda que éstas ayudan a mostrar interés.
- Cuida tu propio lenguaje corporal, mostrando interés y sintonizando con el nivel de emocionalidad de la otra persona.
Recuerda que la práctica hace al maestro, si agregas estas conductas a tu manera de escuchar, descubrirás cambios positivos en ti y en la persona que tengas enfrente. Crea en tu mente las experiencias que deseas tener.
“El sorprendente poder de un ser humano para conocer y ayudar a otro, reside simplemente en comprenderlo”.
En alguna ocasión leí lo siguiente y me causó mucho impacto: “Cómo es posible que aquellos hombres que han logrado enviar naves a la luna, no sean capaces de comunicarse con la persona que tienen al lado”. ¡Es muy fuerte! y es una realidad. Ha llegado el momento de dejar de mirar hacia fuera y conectarnos con nuestro ser más profundo para encontrar ahí todos los maravillosos dones, talentos y habilidades con los que contamos. Éstos serán la llave que nos abrirá las puertas del equilibrio, la serenidad y la felicidad; beneficiando a nuestros seres más cercanos, a nuestra comunidad, a nuestros clientes y al mundo que compartimos.
¡Recuerda! La gente puede olvidar lo que le dijiste pero jamás olvidará como lo hiciste sentir.
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