Durante los últimos 30 años, como mínimo, la necesidad de contar con un sistema de información cultural especializada, precisa, oportuna y pertinente fue el detonante para la creación de todo tipo de bases de datos, sistemas y estructuras bien o medianamente organizadas que permitieran tener acceso a información veraz de manera más expedita y eficiente.
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Revisando los antecedentes de este tema en las diversas reuniones y encuentros de autoridades de cultura de Latinoamérica y el Caribe, y del mundo, encontramos que en el VIII Encuentro de Ministros de Cultura y Responsables de Políticas Culturales en América Latina y el Caribe realizado en Nicaragua, en marzo de 1996, ya se habla del Sistema de Información Cultural Latinoamericano y del Caribe SICLAC y, posteriormente, entre 1998 y 2005, la OEI y la SEGIB se dan a la tarea de crear los Sistemas Nacionales de Cultura:
“La Creación de los Sistemas Nacionales de Información Cultural es y ha sido responsabilidad de cada país miembro, es su misión consolidar la información referente a instituciones, patrimonio cultural, recursos humanos, proyectos e investigaciones y material bibliográfico y documental; asimismo debe ser su obligación garantizar el adecuado flujo de esa información a través de los canales de movilización necesarios”.
Esta iniciativa está enmarcada también dentro de uno de los temas prioritarios incluidos en la Declaración de Lima (V Conferencia de Cultura, 2001) para el establecimiento de una Agenda de Cooperación Cultural Iberoamericana.
Simultáneamente surgen otras iniciativas tendientes en su esencia a lograr comprender mejor el fenómeno cultural latinoamericano, como por ejemplo el Observatorio Interamericano de Políticas Culturales que promueve, entre 2002 y 2003, la Organización de Estados Americanos OEA con patrocinio del Convenio Andrés Bello CAB.
Mas adelante, en mayo del 2008, en la XI Conferencia Iberoamericana de Cultura, surge el OBIC Observatorio Iberoamericano de la Cultura y, ese mismo año, entre junio y septiembre surge el SICSUR Sistema de Información Cultural del Mercosur, en la Reunión de Ministros de Cultura del Mercosur en Buenos Aires.
Estos esfuerzos no aparecen por generación espontánea sin duda, sino que respondían a una preocupación mundial reflejada en diversos documentos desde la creación de la UNESCO en el 1945, organismo que nace con cinco funciones sustantivas siendo una de ellas la de “el intercambio de información especializada”.
Un resultado importante de esta función específica se hace presente en 1986 cuando la UNESCO da a conocer el Marco de Estadísticas Culturales y, en ese mismo tenor, buscando la excelencia en la generación de información, se crea en 1999 el Instituto de Estadísticas UIS, que es la oficina de estadística de la UNESCO y además el lugar donde la ONU resguarda información en materia de estadísticas mundiales en los campos de la educación, la ciencia y la tecnología, la cultura y la comunicación.
El uso y aprovechamiento de esta información podemos verlo en diversos informes mundiales como por ejemplo los de 1999, 2000, así como en el Informe de Desarrollo Humano del 2002 y en el Informe Mundial de Desarrollo Humano: La libertad cultural en el mundo diverso de hoy (2004), que al mismo tiempo nos permiten confirmar la pertinencia de estas iniciativas.
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En acciones de continuidad y coherencia, la UNESCO consolida este esfuerzo reafirmando su interés y preocupación con varios seminarios tales como el Seminario Internacional de Estadísticas Culturales (Montreal, 2002) y el Seminario Internacional de Indicadores Culturales (México, 2003), y es a partir de la reflexión acerca de la necesidad de formular políticas basadas en información consistente, que permita medir y evaluar, que se evidencia que el marco de estadísticas existente ya no refleja la realidad dinámica de la cultura, así como otros fenómenos que surgen de la diversidad de enfoques de los países miembros del organismo, por lo que se establece la necesidad de actualizar el marco de estadísticas culturales del 1986.
A partir del 2004 la UNESCO dedica cuatro años a una intensa consulta mundial en la que participan expertos de todos los estados miembros, en diversos foros realizados en países de todo el orbe, que finalmente se traduce en el Marco de Estadísticas Culturales MEC 2009:
“concebido como una metodología de aplicación tanto a nivel nacional como internacional, el objetivo primordial del MEC 2009 es facilitar las comparaciones internacionales basadas en una concepción común de la cultura, la utilización de definiciones estandarizadas y clasificaciones económicas y sociales de carácter internacional”.
Esta acción va tomando forma en una herramienta de gran potencia para la comprensión de lo cultural no sólo a nivel del registro de ciertos componentes del patrimonio material o bienes inmuebles sino también en cuanto a los enfoques relacionados con la recuperación, sistematización y explotación de la información y la incorporación de sistemas internacionales de clasificación de estadísticas que sirven como guía para medir actividades, bienes y servicios culturales utilizando la información recuperada a partir de encuestas de hogar, censos poblacionales y encuestas de prácticas y hábitos culturales.
El MEC 2009 ha sido concebido con una gran flexibilidad pensando en aquellos países donde las posibilidades de medir o contar los rastros del sector cultural no son muchas ni son fáciles y, también permite adaptarse a cualquier circunstancia. No propone indicadores per se sino más bien, y como su nombre lo indica, es un marco a partir del cual desarrollar esta importante labor de recabar información y darle orden de tal manera que podamos incluso comparar quehaceres en el ámbito de la cultura en el mundo.
Por esos mismos tiempos…
A mediados de los ochenta surge en México una importante iniciativa desde el ámbito académico, un grupo de investigadores funda en la Universidad de Colima el Programa Cultura, que viene a ser una especie de observatorio de la cultura en el país, que va perfilando la necesidad de producir conocimiento a partir de un enfoque transdisciplinar y que, hacia 1993, deriva en un proyecto extraordinario denominado FOCYP “La Formación de las Ofertas Culturales y sus Públicos en México”, liderado por grandes investigadores de la talla de Jorge González, Jesús Galindo, José Amozurrútia entre otros. Jorge González explica:
“… el proyecto tiene tres áreas de trabajo que giran alrededor de ocho campos culturales que han sido determinantes en el desarrollo cultural de México en el presente siglo: la religión, la educación, la salud, el arte, la edición (los “medios”), y el ocio. Completan la lista la cultura alimentaria y la cultura del consumo de mercancías, que, si bien no tienen el mismo grado de especialización que los anteriores, sin embargo, son vitales para comprender los procesos de cambio de la sociedad mexicana. Estos ocho “campos”, forman la columna vertebral de la investigación en sus tres áreas”*
El acercamiento a estas tres áreas se hace recurriendo a diversas metodologías, primero que nada a los equipamientos y ofertas culturales existentes utilizando cartografías que permitieron ubicar físicamente estos equipamientos, luego la formación de públicos y su relación con esos equipamientos se abordó a través de historias de vida e historias de familia y, finalmente se realizó una encuesta, primera de su tipo en México, sobre las prácticas y hábitos culturales de los mexicanos que se aplicó en todo el país en los últimos meses del 1993.
La cantidad y la calidad de la información obtenida con esta extraordinaria investigación no tiene parangón ninguno con lo que se hace actualmente con relación a la producción de información y conocimiento en el sector cultural en México. Este fue un trabajo científico, cuidado y realizado con el más profundo interés por saber, palpar y aprovechar un conocimiento real y de primera mano sobre la enormidad que significaba el fenómeno cultural en el país, un trabajo impulsado por un visionario como fue Guillermo Bonfil Batalla y cuyo fin último era diseñar políticas públicas sobre bases sólidas y no a partir de supuestos y buenas intenciones.
Clave de Jorge González con el apoyo de Ma. Guadalupe Chávez, tomo que anuncia ser el inicio de una serie de publicaciones “en las cuales se pondrá en circulación una parte de los materiales del estudio nacional La Formación de las Ofertas Culturales y sus Públicos en México, siglo XX, genealogías, cartografías y prácticas culturales, en adelante FOCYP”. También se crea un prototipo de sistema informático muy adelantado para el momento, que a partir de la información sistematizada permitía la representación en vectores, desde una sencilla base de datos relacional, que ofrecía la posibilidad de cruzar algunos datos y mapear de manera gráfica equipamientos culturales en los perímetros más importantes del país.
En la introducción de este libro se menciona el Sistema Nacional de Información Cultural, que comenzó a operar en 1990 dentro del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes CONACULTA, creado también por iniciativa del Mtro. Guillermo Bonfil y del Seminario de Estudios de la Cultura.
Como vemos México toma seriamente la misión de construir información sobre la cultura, en esos años noventa también se crea el Sistema de Información para la Planeación y Evaluación de las Políticas Culturales (SIPEC) a cargo de Saúl Juárez y Lucina Jiménez.
Con esta experiencia significativa en materia de bases de datos y de organizar información surge en el mismo CONACULTA, en 1995, el Sistema de Información Cultural SIC, a cargo de Alfonso Castellanos Ribot, que se conjuga en una propuesta para producir información sistematizada, que se pueda generar de manera regular, que sea de acceso público y que mejore la posibilidad de elaborar diagnósticos, orientar la toma de decisiones y evaluar las políticas culturales.
Este esfuerzo se concentra en ubicar la información que se encontraba dispersa en las distintas instancias del sector cultural, que además operaban con criterios completamente distintos y sin procesos establecidos para la actualización regular de la información, ni para su ordenamiento y sistematización, por lo que conseguir alguna información en el sector cultural se convertía en una especie de odisea tortuosa, lenta y muchas veces infructuosa.
En esta primera etapa, como decía en párrafos anteriores, los responsables del SIC enfocan sus esfuerzos en la localización de la información en las distintas instancias, unidades administrativas e instituciones del ámbito cultural, así como todos aquellos organismos relacionados con el tema en los estados. Es un proceso de negociación paciente y pausado ya que involucra a diversos actores, organismos y formas de pensar además de enfrentar limitaciones relacionadas con el poco conocimiento sobre programación informática, sistematización de información, el prurito para compartir la información entre las distintas instancias y sobre todo la negación a hacerla pública en muchos casos amén de los problemas por todos conocidos tales como la falta de recursos de todo tipo, equipos de cómputo obsoletos y la falta de especialistas informáticos, dispuestos a trabajar con una visión más humanista, que se pudieran dedicar a pensar y a crear un sistema de información cultural que permitiera recoger toda la información del país en una base de datos interrelacionar, de acceso remoto, geolocalizada y además ordenarla de manera lógica y ponerla al alcance del público.
En aquel primer momento se acuerda incorporar campos claramente identificados como de orden cultural, incluir información relevante para funcionarios y principales usuarios del medio, siguiendo la ruta marcada por las solicitudes más frecuentes de información, desarrollar una base de datos muy potente a través de Internet de tal manera que pudiera garantizarse el acceso desde cualquier lugar del territorio nacional y contribuir a crear un vínculo de información entre las instancias de cultura a todos los niveles. Este desarrollo informático, novedoso y de una potencia insospechada es creado por el físico Alfonso Flores Reyes apoyado por el físico Federico Ramírez Corona y, más adelante, por el físico Eduardo González.
Este sistema se consolida con el apoyo de la UNESCO al crearse la Red Nacional de Información Cultural RENIC, donde concurren las entidades federativas de todo el país, el gobierno federal y la mencionada instancia internacional para formar un fondo que permite entregar a cada estado un excelente equipo de cómputo, y colocar en esos equipos el sistema para que desde las capitales, una persona especialmente contratada comience a incorporar información de primera mano sobre la infraestructura cultural, sus principales características y su ubicación geográfica.
A partir de ese momento no para de haber innovaciones, cambios y sobre todo ajustes a la cambiante y dinámica realidad cultural sobre todo para dar respuesta a la demanda cada vez más especializada de información.
A inicios del 2006, me hago cargo del SIC y propongo profundizar y ampliar la forma de recuperación de información a través de procesos de capacitación de promotores culturales en todo el territorio nacional, de tal manera que la labor de actualización de la información en el sistema no dependiera solamente del enlace oficial sino que se conformara una red social que desde sus ámbitos locales pudiera aportar información vigente, contribuir con nuevos registros, abrir nuevos módulos de información y enfocar otros aspectos del fenómeno cultural.
Abrimos un programa especial para estudios de público, nos acercamos a la creación de la cuenta satélite de cultura con la asesoría del Convenio Andrés Bello y apoyamos el fortalecimiento de un sistema de indicadores para el sector basado en la información que se recaba en todos las instancias relacionadas con el CONACULTA y obviamente con el mundo de la cultura en México.
Con la certeza de que la descentralización es la mejor forma de fortalecer cualquier acción en la cultura, vamos dejando en manos de cada estado la responsabilidad de generar su información, logramos también hacer un convenio para resguardar la información en servidores de la Universidad Nacional Autónoma de México y consolidamos las alianzas con otros organismos para seguir construyendo información en colaboración con todos.
El Sistema de Información Cultural de México se convierte en un ejemplo, ofrecemos asesorías en Colombia, Ecuador, Chile, Argentina entre otros países del sur de América, se propician reuniones para intercambiar experiencias, compartimos la certeza de la necesidad de producir información sistematizada, que permita su explotación y sirva para el diseño de nuevas políticas públicas, diagnósticos y cartografías sobre esta realidad diversa, compleja y dinámica de lo cultural en tiempos de profundos cambios en el mundo.
Desde inicios de 2010, con el apoyo del Centro Cultural de España en México, se realizan en Centroamérica una serie de talleres y reuniones de trabajo para crear Ecosistemas de Información Cultural Compleja, a partir de una propuesta que surge de mi experiencia de años en el SIC de México, lo que se busca es tener sistemas de información interactuando con programas de estudios de público, con información sobre economía de la cultura así como sustentar la creación de sistemas de indicadores y estadísticas culturales.
Este trabajo de dos años permite abrir estos Ecosistemas en Costa Rica, Honduras, El Salvador, Guatemala y Panamá, mismos que llegan a estar activos y vigentes en la web haciendo que la información cultural sea pública y esté al alcance de investigadores, gestores culturales, funcionarios públicos que la requieran.
En algunos casos estos sistemas siguen vigentes, se utilizan para producir información, orientar decisiones de política pública y generar conocimiento sin embargo los tiempos cambian aceleradamente y no sabemos si estos sistemas han ido cambiando a la misma velocidad, adaptándose a las nuevas necesidades, introduciendo modificaciones en sus procesos de actualización, validación o en sus formas de sistematizar o explotar la información.
Si sabemos que en el caso del SIC de México, seguramente cuando este artículo se publique ya habrá cambiado el formato adaptándose a las necesidades y desarrollos actuales en el campo de la programación informática, puesto que en ese aspecto se ha mantenido al día, no así en cuanto a la vigencia y actualización de la información toda vez que los equipos de trabajo han mermado, el interés por este sistema ha decaído y por lo tanto también las posibilidades de mantenerlo actualizado han disminuido.
En este sentido hemos aprendido que, en nuestros países, donde no hay planes de cultura que garanticen la continuidad, muchos de estos esfuerzos se han diluido si no es que se han perdido como es el caso de Guatemala.
La apabullante realidad de hoy con relación a la información: el big data
El acelerado avance tecnológico y científico han propiciado nuevas formas de asociación, de producción y de creación relacionadas con los entornos virtuales surgidos a partir del uso del Internet, entornos que son cada vez más utilizados y explotados por todo tipo de individuos y organizaciones, y que a la vez generan más exigentes necesidades de información, por lo que también han ido surgiendo nuevas formas de identificar, procesar y aprovechar la enorme producción de información conocida actualmente como Big Data.
Mayer-Schönberg y Cukier definen el big data como “la capacidad de la sociedad para asimilar la información mediante vías novedosas con el objetivo de producir conocimientos, bienes y servicios de valor significativo”.
Este fenómeno ha provocado una avalancha de datos que son utilizados para diversos fines, la forma como se miden estos datos es difícil de imaginar y han surgido profesiones especializadas en minería de datos, análisis y diseño de nuevos software para el registro, aprovechamiento y explotación de esta información, algunos de los usos más conocidos y comprensibles por el gran público son aquellos que abonan principalmente a cuestiones relacionadas con marketing, ventas y posicionamiento de marcas en las redes sociales, en Internet y a la orden de las más grandes empresas del mundo pero también hay usos relacionados con la ciencia que, por ejemplo, permiten predecir tormentas, terremotos, cambios climáticos, dar seguimiento al comportamiento de ciertos elementos del patrimonio inmaterial, como los idiomas, detectar aquellos que pueden estar en peligro de desaparición así como especies animales que también sufren este mismo problema, ver las tendencias de los lectores, conocer las inclinaciones de la juventud con relación a la música, la moda, movimientos políticos, es decir que las aplicaciones de toda esta información son múltiples y el aprovechamiento de la misma puede ser utilizado para bien o para mal.
Estamos hablando de procesos que pueden registrar y analizar información que va dejando cualquier individuo, grupo o institución cada vez que utiliza Internet, los rastros, señales y huellas que vamos dejando cuando consultamos, interactuamos o investigamos en la web o simplemente cuando, en nuestras redes sociales, compartimos fotografías, comentarios, recomendaciones de música, libros, exposiciones o viajamos utilizando el GPS, compramos en un super y pagamos con nuestras tarjetas bancarias, nos depositan la nómina… es decir que como Hansel y Gretel vamos dejando migajitas que sirven para saber más de nosotros a través de nuestros comportamientos en este escenario inasible de la realidad virtual.
Es decir que hoy en día las grandes empresas de desarrollo tecnológico tienen que trabajar para poder gestionar a la mayor velocidad un volumen de datos desmesurado y complejo si consideramos además su extraordinaria variedad.
¿Qué estamos haciendo en el sector cultural para aprovechar esta explosión de información, estos nuevos sistemas de análisis de datos, estos nuevos mecanismos para comprender el comportamiento de los públicos? ¿Qué estamos haciendo para utilizar esta información de tal manera que podamos diseñar una oferta específica desde la cultura para atender más y mejor a nuestros públicos? ¿Qué estamos haciendo para aprovechar este momento y potenciar procesos creativos con nuevos horizontes colaborativos, complementarios y enriquecedores?
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Estamos ante un reto magnífico que implica un cambio de paradigmas en el ámbito cultural, no sólo por las plataformas que utilizamos ahora para interactuar con el arte, la cultura, la información, la formación y los procesos creativos sino también porque hemos ido pasando de ser usuarios pasivos (Web 1.0), a usuarios sociales o interconectados (Web 2.0) hasta convertirnos en “produsuarios” o “prosumidores” que estamos inmersos en la Web 3.0 o Web semántica o Internet de las Cosas donde al mismo tiempo que estamos siendo consumidores de contenidos estamos produciéndolos y distribuyéndolos fácilmente, donde nos cruzamos con procesos colaborativos de todo tipo y donde estamos inmersos en la generación de inteligencia artificial y del aprendizaje automático entre otros fenómenos de este mundo actual.
Cada vez más debemos crear los espacios de intercambio entre ciencia, tecnología y cultura, cada vez más debemos asociarnos y utilizar estas nuevas maneras de comprender el comportamiento humano, cada vez más debemos aprovechar estas nuevas metodologías para conocer más y mejor a nuestros públicos para que, ahora sí, podamos explotar la información para el diseño de planes de desarrollo cultural con políticas públicas mejor enfocadas y más efectivas, incluyentes y diversas, que verdaderamente se enlacen con la realidad y sean capaces de estimular la creación, la participación, la producción y el disfrute de todos los aspectos de la cultura.
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